En el museo del Louvre me detuve frente al busto de Pitaco de Metilene. Las neuronas alertas de la visión, recordaron cuando le presentaron a Pitaco los asesinos de su hijo. Expresó “el perdón es mejor que el castigo”. Y a un joven le dijo: si quieres conocer a un hombre revestidle de un gran poder. El poder no corrompe, desenmascara”.
Frente a un Cristo lloroso, pensé que él no lloraba por sí mismo, sino por los sufrimientos de los demás, los que tienen un corazón blando y tierno. El propósito es que amen.
El francés hace que te inclines para ver el mármol gris que contiene las cenizas de su Napoleón Bonaparte. Mí inquieta juventud no comprende esa idolatría al que por su ambición murieron más de 10 millones de seres humanos.
Caminando por el jardín del Palacio de Versalles, las rosas me recordaron a mí madre, ella estaba ahí, mi mente la veía gozosa.
Una increíble belleza me paraliza, sentí impulsos de abrazarla, es una estatua, sublime imitación del natural hermoso de una mujer, solo le faltaba hablar. Un guía describe a una mujer contenta, dejando entender otra cosa, como algo de mundo libre, de una famosa bailarina. Lo que veo extraño es que se oculta el rostro cubierto con una máscara como la del hombre de la máscara de hierro. Estoy frente a otro misterio. Me acerco y recibo una sonrisa. Al ir alejándome muevo la mirada y con fija atención veo facciones, una angustia de una pena. Me detuve, repetí la mirada y realmente ahí está una muestra de dolor oculto, Pensé y concebí que el escultor presenta una belleza humana sonriente con un corazón entristecido.
Así recuerdo al bello París que el general alemán Von Chorlitz no encendió al no cumplir la orden de Hitler: “Brene Parìs”.
Nuestro invitado de hoy: Gustavo Adolfo Becquer: “El espectáculo de lo bello en cualquier forma que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
De mi Bitácora: París, Francia. 1953
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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