Aun no siendo practicante de la religión católica, todo ser humano consciente de los tiempos que se viven, comprende que desde que a la Ciudad del Vaticano llegó el papa Francisco, esa antigua y poderosa institución ha sufrido grandes revoluciones.
Sus tácticas, estrategias, palabras solidarias con los más excluidos, los enfermos, los de diferentes tendencias sexuales y en general sus propias expresiones, le han convertido en referente. Por ejemplo, uno de los términos más aplicables a los tiempos que vivimos, considerado por el Sumo Pontífice entre los desafíos más urgentes que debe afrontar la humanidad fue el de la «globalización de la indiferencia», cuando denominó “la actitud egoísta e indiferente ante el sufrimiento de los demás que ha alcanzado una dimensión mundial”.
Y aunque el Sumo Pontífice señala este “malestar” que “tenemos que afrontar como cristianos», más allá de lo que represente en el contexto de la religiosidad y la fe, la humanidad íntegra enfrenta el endurecimiento de los sentimientos solidarios y ese decrecimiento del humanismo que debe prevalecer para la existencia, en medio de tantas amenazas, guerras y diferencias geopolíticas.
Ahora el papa Francisco anuncia que su pontificado será corto y que estaría listo para renunciar como lo hizo su antecesor en lugar de gobernar de por vida. Y en realidad, alguien que afirme desde esa posición, que vivimos en “un sistema económico que tiene al dios dinero en el centro y no a la persona (…)”, obviamente no puede gustar a quienes tienen poderío y ocultos tras la careta de la religiosidad y un humanismo inexistente, acuden a los bancos de los templos a orar a un Dios en el que no creen realmente.
Francisco sigue las acciones de un Jesús que acusó a los mercaderes traficantes, e hizo más, viró las mesas de riquezas ilícitas. Este papa llama a una mayor regulación de los mercados, y denomina “pecado mortal” no pagar un salario justo o aprovecharse de la pobreza del otro.
Definitivamente, a aquel lo crucificaron, luego siguieron otros y aunque no usaron iguales formas de muerte, los silenciaron. Ojalá este dure mucho más e imponga, como hace, esa justicia que necesitan los niños violados por sacerdotes; las poblaciones que requieren la presencia divina y muchos guías se las han borrado sin escrúpulos…Sí, quiera Dios que dure el papa Francisco.
