Este 22 de marzo conmemoramos el “Día Mundial del Agua”, establecido en la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, Brasil, en el año 1992.
La República Dominicana recibe la fecha con importantes estudios que permiten concluir que el principal riesgo que enfrenta el país ante el cambio climático es la sequía; es decir, la falta de agua dulce.
A esto se suma la insalubridad del preciado líquido destinado para consumo humano, especialmente la de beber, que en muchas ocasiones no se encuentra apta para tales fines.
Sería este buen momento para preguntar, qué agua ingieren los dominicanos, puesto que un gran número de personas adecuan camioncitos y salen a las calles a ofertar el denominado “oro azul” con promociones que hablan de un supuesto alto nivel de purificación.
Se conocen imágenes de ríos y balnearios en los cuales se bañan lugareños, y a pocos metros desaprensivos bombean a determinados recipientes, para nada higienizados, el agua que expenderán entre los pobladores. Ni hablar de los botellones llenados directamente desde el grifo, con tapas puestas a presión y también vendidos en las vías públicas. Muchos ejemplos más se multiplican en el escenario nacional, pues el crecimiento económico y urbano han afectado la calidad ambiental y abusado de los recursos naturales en el país, tal y como plantean los estudios realizados en torno al tema.
En definitiva, los problemas del agua crecen cada día y requieren de crear conciencia sobre su preservación y aprovechamiento; es que el uso excesivo o ineficiente; la contaminación industrial y doméstica, los cambios climáticos y los desastres por fenómenos naturales se suman a las causas que incrementan la vulnerabilidad de este esencial recurso de la vida.
