No se trata de «catastrofismo» ni lenguaje que altere la psiquis. Pero en estos días el mundo anda pleno de eventos que atemorizan e inquietan. Otra vez en Nepal, un terremoto de magnitud 7,3 deja decenas de muertos, derriba edificios ya débiles por el sismo que tuvo lugar semanas atrás. La ayuda humanitaria anda más que debilitada y según Naciones Unidas apenas pudieron recaudar el 13% de los 423 millones de dólares necesarios para socorrer a esta población sumida en la tragedia de abril, a la que se suma ahora la de mayo. Se requiere mayor apoyo y sobre todo esa sensibilidad que debe marcar momentos tales.
En tierra dominicana, mientras la sequía se erige en estos días, otrora escenarios de copiosos aguaceros, senadores piden declarar el país en estado de emergencia ambiental por los 52 incendios forestales que han devastado importantes zonas boscosas y emiten una resolución para investigar causas y responsables; en tanto contempla la pieza cancelar permisos de extracción de arenas de los ríos en todas la comunidades impactadas, y establecer medidas para un puntual plan de cierre de minas y remediación de pasivo ambiental.
Aunque algunos especialistas han relacionado los fuegos con la resequedad vegetal, se sabe que manos criminales han contribuido con estos nefastos hechos. Lo lamentable es que en Nepal la naturaleza ha sacudido las simientes y se enfrentan consecuencias inenarrables. Lo imperdonable es que aquí puedan suceder actos de tal envergadura y se asesine lo que mantiene estable la existencia, que es, en definitiva, el equilibrio biológico.
Sismos, incendios, castigos…
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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