Sangre, de vida o muerte

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||

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Hace apenas unos días, el mundo celebró, bajo el lema: «Gracias por salvarme la vida», el “Día del donante de sangre”, dedicada la fecha a agradecer “la contribución voluntaria y desinteresada de personas que con su acción salvan a otras muchas”.
 
Pero, por encima de todo se transmitió el sentido de la efemérides, que es el de llevar a cabo una campaña que signifique concienciar sobre la necesidad de donar sangre que responda a los requerimientos de calidad, seguridad y disponibilidad para quienes lo necesiten.
 
Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS), menciona constantemente cómo las transfusiones de este preciado líquido rojo y sus derivados contribuyen a salvar millones de vidas cada año, a aumentar la esperanza y calidad de vida de pacientes con enfermedades potencialmente mortales, así como para realizar procedimientos médicos y quirúrgicos complejos, lo cierto es que en el caso específico de República Dominicana, tal y como señaló la médica adjunta de Referencia Banco de Sangre, doctora Diana Ramírez, se necesita un mínimo de 300 mil donaciones, y solo se reciben unas 90 mil.
 
En el mundo, más de 500 mil mujeres mueren durante el embarazo o el parto, el 99% de estos ocurren en países en vías de desarrollo como la nación dominicana, mortalidad materna que puede prevenirse si en el momento del alumbramiento los centros de salud cuentan con la disponibilidad de sangre segura.
 
Los esfuerzos no pueden menguar si queremos evitar que ocurran estas muertes. La OMS señala cómo en muchos países la demanda supera a la oferta y su esfuerzo principal está dirigido a lograr antes de 2020, que todas las naciones “obtengan su suministro de sangre de donantes voluntarios no remunerados, hecho que actualmente únicamente se consigue en 62 estados del orbe, mientras en otros 40, las donaciones dependen de familiares o incluso de donantes remunerados”.
 
Como se trata de una necesidad inminente que implica la vida o la muerte, pongámosla como prioridad para que nunca falte, sobre todo cuando peligra nuestra salud, o la de algún familiar o amigo.