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La vida nos presenta de todo algo. Se aprende a no entregarse en total, diría, tener confianza en el hombre frágil aunque sintamos aprecio. Más no debe sorprender si en cierta acción nos enfrenta, tenga distintas opiniones y se aleje. También hay quienes han sido buenos amigos y se presentan contrarios, cambian de parecer como el viento en Punta Beata que de un momento a otro se convierte en ráfagas violentas.
Ya en la edad de la oxidación no damos importancia a las cosas, sería fatal cargar cruces que no nos pertenecen. Todas las cosas pasan y nosotros también, por lo que debemos aplicar la ley del desapego y no ser presionado en el sufrir. Es grave error en preocuparse hasta llegar a estar tribulado. Si nos desprecian y critican, soportarlo, no dar importancia estar en la paz de no culpa. Valorar lo que sucede como es y no como lo valorizan y juzgan los otros; está en la veracidad y de seguro tendrá dificultades con esos que se creen poseedores de la verdad, más cuando están en el poder político. Con estos lo vivido indica paciencia, el tiempo habla, sentencia vivir interiormente en paciencia, paz, y no mirar a lo exterior. Jamás entregarse, acomodarse a las circunstancias de acuerdo a su presencia. Nadie vence, domina al que se convence, entrega a la espera, en la seguridad que todo es transitorio como nuestra vida.
La fuerza interior, espiritual, alejada de lo material es poderosa, es presencia de la ley de la creación de la madre naturaleza. El malo no tiene paz interior ni felicidad.
Cuando estudiamos en la escuela de Evangelización Juan Pablo II. En el curso Isaías leímos y copiamos: “No hay paz para los impíos”. En Isaías 48.22, 57. “Estamos en paz, ninguna desgracia nos alcanzará. (Meq. 3,11), “Quién se atreverá a ofendernos”. Consérvese bueno.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana *
Meditabundo: Conversando conmigo mismo
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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