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Meditabundo: La política y los vicios

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Nuestra gran amiga, la pantalla de la televisión inquieta los laberintos del meditabundo. La escena es amplia, variada en su recorrido por todos los rincones de la tierra de patria amada. Ahí, el teatro político con su drama parlante de los actores que se impulsan con el soplar de la brisa electoral, veletas giratorias en la búsqueda de la dirección beneficiosa y afloran las debilidades. Los vicios. Accionar vergonzoso del alma con sus caracteres propios y consecuencias. Palpamos, el político es lo que piensa, dice y hace.
 
Las ansias crean el escenario perturbador. Y lo propio de la “sinrazón”. Pierde el juicio, se reflexiona mal, se escoge el clan donde ve el gran beneficio. Emplea mal los bienes que obtiene y se crea ideas falsas acerca de lo conveniente, lo bueno para actuar. La inexperiencia, la ignorancia, la torpeza, lo guían para obtener lo que no corresponde.
 
El calor electoral delata la irascibilidad con sus vertientes: el arrebato, la amargura y el furor, al carecer los conocimientos de los hábitos convenientes del trato humano. Es irascible no puede sufrir el más mínimo descuido, tiene gusto en protestar, se inclina por la venganza y la menor palabra despierta su furor con sus consecuencias, la excitación del humor y la movilidad, lenguaje amargo, con dar importancia a las cosas más pequeñas que le molestan.
 
Pasado el certamen; en el poder se desenmascara la relajación sin discernimiento al disfrute de placeres peligrosos y culpables que propicia el bolsillo ya no vacío. Cree que la felicidad está en los goces bajos de su mala educación, se complace en echarlo todo a risa en las burlas. Y cae en el desorden, la imprudencia, la falta de respeto a sí mismo, se aferra a los excesos, la pereza, la negligencia de todas las cosas, el abandono y la disolución, en sí, víctima de estos malos compañeros de la relajación.
 
Lo domina el vicio de la injusticia, viola, ignora las costumbres tradicionales y legales en desobedecer a las leyes, en mentir, perjurar, faltar a todos los compromisos sin importar nada. Se acompaña de la calumnia que denuncia, la jactancia que engaña, la perversidad en su interior y la falacia en los actos.
 
Las auditorías de la Cámara de Cuentas con sus “irregularidades” indican que nunca se tiene un vicio solo. Al ver su sinrazón se siente atribulado. Cuando se  tiene ese conocimiento es principio de virtud, que es ignorada en sistema de intereses económicos. ¡Qué lamentable ver en la televisión un político decir!: “Ese acuerdo es un negocio de dinero”.
 
Gracias televisión por presentar manos arriba, abrazos, sonrisas…y como alguien observó en el Teatro de Marcelo capaz de albergar 20,000 espectadores en la antigua Roma: “Toda risa es cruel, aun la que parece inofensiva”.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.

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