No son solo las organizaciones sociales las que denuncian la violencia que se vive en estos días en las calles dominicanas; da igual si son barrios residenciales o sitios de los llamados marginales. La inseguridad es implacable y afecta hasta la respiración cotidiana. A ello se añade el criterio de que los métodos utilizados por las autoridades para disminuir el alto nivel de delincuencia, no son eficientes, al menos no lo han sido hasta ahora.
Ni siquiera el incremento de los patrullajes ofrece tranquilidad a la ciudadanía, sobre todo cuando las noticias mencionan a policías y militares implicados en actos delictivos, como fue el asalto en el que perdió la vida la estudiante Franchesca Lugo Miranda; o por nombrar uno de los últimos sucesos, el asalto al autobús en el cual viajaban 36 pasajeros de Duvergé a Santo Domingo donde, todo parece indicar, hay un raso involucrado.
Las noticias hablan de víctimas, altercados, asesinatos, a veces de lo inconcebible que significa considerar que un adulto mayor haya quitado la vida a un menor. El caso es que el fantasma de la violencia se abre paso, e implica sin dilación que se asuman medidas capaces de enfrentar y combatir este flagelo que tanto luto deja aquí y en otras naciones de la región.
Existen estrategias regionales, con programas de previsión social que pueden hacer que retroceda; sin olvidar el papel que ha jugado el tráfico ilícito de drogas, sucio negocio teñido de sangre, que cada día crece, pese a los esfuerzos de las autoridades.
La pregunta sigue siendo ¿qué se ha hecho mal, a pesar de los programas nacionales y de las Naciones Unidas en esta materia?
Planes de acción; proyectos; acabar con la inequidad y el narcotráfico, todo esto se incluye entre lo que no puede retrasarse más, porque en República Dominicana, aunque las disposiciones del gobierno prevén el control de la violencia, esto se les ha ido de las manos.
Violencia de nuestros días
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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