En los últimos tres meses, la República Dominicana ha sido impactada por la ocurrencia de diversos casos de suicidios de personas que por alguna dificultad deciden acabar con sus vidas, esto ha provocado la alarma de la población y la demanda de mayor atención por parte de Salud Pública, para que oriente al ciudadano a buscar ayuda sicológica.
El primer suceso que conmocionó al país fue el de la joven estudiante de Comunicación Social, Estefany María Báez, quien el 26 de agosto decidió lanzarse del túnel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez, porque “había defraudado a su progenitora al embarazarse sin terminar los estudios”. Milagrosamente sobrevivió a la caída y al paso de los vehículos que por allí transitaban; pero el feto de 5 meses murió. Luego de 37 días interna fue dada de alta y con la imposibilidad de volver a procrear.
Tan solo 7 días después, el profesor de Química de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) Miguel Caldentey, de 32 años, se quitó la vida con una sustancia, porque se sentía agobiado, dejó escrito.
Otro hecho lamentable fue el del arquitecto de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (Oisoe), David Rodríguez García, quien el 25 de septiembre se disparó en el baño de la entidad por deuda en la que había incurrido fruto de una extorsión.
Cinco días más tarde, el señor Fausto Manuel Núñez, de 43 años, se tiró del puente peatonal Mateo Pelón, en la avenida Mirador del Yaque o Circunvalación de Santiago. Murió instantáneamente al caer dentro del cristal de un carro.
El primero de octubre, la joven Carolina Contreras se lanzó de un puente en San Francisco de Macorís. Logró sobrevivir, pero sufrió fractura en brazos, pies, caderas y fémur.
El más reciente, fue el de Rafael Mejía, de 34 años, quien el sábado 3 de octubre se dejó caer del cuarto piso del centro comercial Ágora Mall, ubicado en la avenida Abraham Lincoln de esta capital. Sobrevivió al hecho.
Suicidios por contagio
Al parecer la mayoría de los suicidios tienen la misma modalidad, aunque los orígenes pueden ser diferentes, por lo que resulta urgente asumir medidas para que la población no siga viendo esta vía como la única forma de encontrar salida a su situación personal.
El sociólogo David Émile Durkeim en su influyente monografía “El suicidio” (1897), analizó que pueden llevarse a cabo “por contagio”; relata numerosas situaciones en las que hubo intentos en los alrededores de lugares donde alguien se quitó la vida y que, específicamente esos extraños casos podrían deberse al impacto que genera en personas cercanas al hecho, aunque entre ellos no exista alguna relación.
El profesor de Psiquiatría y Justicia Criminal, Steven Stack, también estudió sucesos similares en Estados Unidos, y ha puesto en manifiesto la existencia del “efecto Werther” o “efecto copión”.
El fenómeno del contagio de suicidio fue reconocido por primera vez en 1774 con el nombre de “efecto Werther”, y toma su nombre de la novela de Goethe, Las desventuras del joven Werther, en la que el protagonista termina planeando concienzudamente su muerte para reunirse con su amor imposible.
En otras ocasiones, los hechos se han relacionado con la manera en que los medios cubren las noticias, tendiendo al sensacionalismo. Sea coincidencia o no, y a pesar de que influyen diversos factores, alrededor del mundo han ocurrido algunos ejemplos que apoyan esa teoría.
Un ejemplo fue lo sucedido en Viena, entre 1980 y 1996, donde después de la implementación del sistema de metro en 1978, usar dicho transporte para matarse se volvió un hecho casi común.
Sorpresivamente se ha visto que los índices de suicidios aumentan también luego de la muerte de algún personaje famoso. A este fenómeno se le conoce como “Efecto Yukiko”, en honor a la cantante japonesa de pop Yukiko, quien se tiró desde el séptimo piso del edificio de su disquera; a partir de ahí surgió una ola de inmolaciones de adolescentes. Unos 33 jóvenes imitaron a la artista 16 días después de su muerte. Noticias similares se produjeron tras las muertes de Marilyn Monroe y Kurt Cobain.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), calcula que cada 40 segundos alguien acaba con su existencia en el mundo. Se sabe que las razones pueden ser variadas. En general, más hombres se quitan la vida que mujeres. En los países más ricos, triplican en número al de las féminas. Los de 50 o más años son especialmente vulnerables; en tanto que un 75% de esta muertes ocurre en países de ingresos bajos y medianos.
Salud Pública
Ante esta realidad tan lamentable no se ha escuchado la voz del Ministerio de Salud Pública para concientizar a las personas de lo importante que es acudir al psicólogo cuando se atraviesa por una situación difícil.
Tampoco ha detallado en cuáles hospitales se ofrecen ayuda terapéutica gratuita para quienes desean consultar a un profesional de la conducta humana.
Aunque el Ministerio cuenta con un departamento especial de salud mental, su participación en la sociedad ha sido tímida, pues muy pocos ciudadanos conocen de este servicio. Lo que podría evitar muchas muertes.
Esperemos que en lo adelante esta entidad ponga a disposición de la ciudadanía a especialistas y realice una campaña de orientación para que desmienta el mito de que todo aquel que amenaza con matarse lo hace para chantajear.
Asimismo, aclarar que quien decide acabar con su vida lo hace porque tiene problemas mentales que pueden detonar por una ruptura amorosa, la pérdida de un ser querido, problemas personales o deudas, entre otras causas.
Tras un intento suicida hay un conflicto subyacente marcado por años de sufrimiento por parte de la víctima, que muchas veces pasa inadvertido por familiares y personas cercanas.
Suicidios por contagio alarman a RD
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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