Con razón habla la lengua popular de esas “máximas” (del latín medieval maxĭma ‘sentencia’, ‘regla’), que se acoteja a las ideas, normas o designios ajustados “a la manera de obrar”. Y esto viene a cuento de lo que está sucediendo en la franja fronteriza dominico- haitiana, donde los comerciantes amenazaron con paralizar los mercados binacionales de Dajabón y Jimaní, instalados en esta parte del territorio, si el gobierno haitiano persiste en cerrar el paso a 23 productos dominicanos.
Porque para nadie es secreto que cerebros hábiles deben estar sacando provecho de lo que en realidad constituye un detrimento, no solo para las relaciones entre ambos países, sino para la población haitiana, a quien le afectará esta prohibición de la entrada por la frontera terrestre de harina de trigo, fideos, aceite comestible, mantequilla, manteca, jugos en polvo, gaseosas, galletas, jabón, detergente en polvo, agua, entre otros.
El Gobierno haitiano considera beneficioso que no entren por vía terrestre esos productos, sino por vía aérea o marítima “para impedir el contrabando”, dicen y así aumentar los ingresos fiscales y favorecer la producción de sus empresas. Pero la pregunta sin responder sigue siendo ¿a quién beneficia esta decisión?
Se supo que la prohibición fue previamente acordada con organizaciones de negocios que donarían dinero para la campaña del candidato oficialista Jovenel Moïse, apoyado por Martelly, según reveló este viernes el periódico Haití Sentinel y que la medida fue aplaudida, en el concepto de enviar un “fuerte mensaje” del gobierno haitiano hacia la República Dominicana, tras la puesta en marcha del Plan de regularización. El caso es que “muchos van a estar decepcionados al encontrar que esta medida fue meramente para asegurar financiamiento para el partido oficialista”, dice el citado periódico, y qué pasará con esa mayoría empobrecida a quien todo esto solo sirve para sumar más carencias y penas.
«Arbitraria medida»
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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