Meditando converso con mi interior, voy escribiendo la realidad de mi vida, lo que concibo de las circunstancias, es mi verdad. Y me permito, impulso a este humilde auto confesión.
Debo tener presente el fin de la vida, el tiempo pasado, ya dejado no regresará. Sin esfuerzo, y sin hacer nada nunca será virtud. Si soy lento, tibio, así empezaré a enfermar espiritualmente. Si aplico el ánimo, fervoroso, estaré en gran paz, viviré la acción fácil, liviana. El entusiasmo, diligente es hábil para todo.
Luchar, ser apático contra las pasiones y malas inclinaciones es tarea, resistir y obtener el bien. Cuidándonos de las faltas pequeñas para no caer en las grandes. Estar vigilante, sacudirme, controlarme en auto análisis. El crecimiento espiritual es fortalecer.
En esta selva humana es una lucha, un combate activo de acuerdo con la naturaleza, la razón. ¡Cuántas perversidades! Hay que afrontar, combatir, protegerse contra los malos hábitos, consigo mismo y con lo adverso de la sociedad para llegar a vivir en algo de paz. En sí lo que ha de llegar a ser un día, hay que ir haciendo con el diario trajinar. No es nada fácil ir construyendo la propia realidad humana. La lucha tiene como final tener los mismos criterios, acciones de las leyes naturales, adecuar la vida a ellas.
La larga travesía ha sido la gran enseñanza, la escuela entre los demás y hemos aprendido que hay dos clases de hombres. El hombre interior el que busca en medio de la lucha y sufrimientos, la felicidad, el que se conoce, se sabe que él no se pertenece, es hijo del amor de Dios y por lo tanto se entrega al prójimo por ley de su creación. El hombre exterior es el que aplica, sigue sus propias inclinaciones, es del mundo, con sus transitorios gozos, disfrutes, una vida pasajera, pero, roído su aparente bienestar. Ama lo material con las manos vacías, no comprende que el transito, el mundo es pasajero; sumamente inconstante. El hombre interior ama su entorno, el mundo le da su verdadero valor, porque lo vive desde la perspectiva de la creación; es un ser espiritual, el otro es un ser carnal, mundano. ¿Por qué esa diferencia? El hombre espiritual está en la unión con Dios, es decir, disponible a la acción del Espíritu Santo: Humildad, sumisión, sabiduría, libertad, dones del Espíritu Santo. El exterior está vacío, actúa de espalda a las leyes de Dios. El hombre mundano, perdido.
Nuestro invitado de hoy, San Agustín: Lo que hayas amado quedará; el resto solo serán cenizas. Consérvense buenos.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
Meditabundo: Conversando conmigo mismo
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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