Cuando comienza a soplar la brisa electoral las veletas giran en la búsqueda de la dirección beneficiosa y afloran los vicios. ¡Oh debilidades humanas cuánta pobreza disociadora material! Se presentan las cosas vergonzosas del alma con sus caracteres propios y consecuencias.
Las ansias crean el escenario perturbador. Y los propio de la sinrazón es perder el juicio, se reflexiona mal y se escoge el clan, emplean mal los bienes que se obtienen y forman falsas ideas acerca de lo correcto, lo bueno para actuar, la inexperiencia, la ignorancia, la torpeza, lo guían, impulsan para obtener lo que no corresponde.
Observamos tres distintas irascibilidades en el político en el calor electoral. Arrebato, la amargura y el furor junto, como de los conocimientos de los hábitos convenientes del trato humano, es irascible, no puede sufrir el más pequeño descuido, tiene gustos en cantidad, se inclina por la venganza, y la mínima palabra alerta, despierta su furor, con sus consecuencias, la excitación del humor y la movilidad, lenguaje amargo, por dar importancia a las cosas más pequeñas que le molestan.
En el poder se entrega la relajación sin discernimiento al goce de placeres peligrosos y culpables, cree que la felicidad está en los goces bajos, se complace en echarlo todo a risa en las burlas. Y cae en el desorden, la imprudencia, la falta de respeto a sí mismo, ama los excesos, la pereza, la negligencia en todas las cosas, el abandono y la disolución, en sí, víctima de estos malos compañeros de la relajación, la bajeza sin límites ni dignidad.
¡Qué teatro! Actores de almas pequeñas o pusilánime que no sabe soportar ni los honores ni la oscuridad su buena fortuna ni la adversa, se llena de un necio orgullo en los honores, se exalta por la menor prosperidad, no sabe, en su vanidad, soportar el más ligero percance, toma el menor tropiezo como un desastre y una ruina; no sabe sufrir nada. Como no posee el autocontrol, su lenguaje es frío, se queja de cualquier cosa, es desconfiado que desespera a todos.
En la amplia escena aparecen las distintas facetas de iliberalidad: el amor al lujo, no se esconde ante el pudor, la avaricia no se detiene ante nada y el ahorro sórdido que no sabe gastar.
Lo domina el vicio de la injusticia, viola, ignora las costumbre tradicionales y legales en desobedecer a las leyes, en mentir, perjurar, faltar a todos los compromisos sin importar su propia fe. Se acompaña de la calumnia que denuncia, la jactancia que engaña, la perversidad en su interior y la falacia en los actos.
Ejerce la iliberalidad poniendo el dinero por encima de todo, ignora, no se percata del deshonor donde aparece algún provecho, es una acción de agiotaje digna de esclavos, vida de mendigos andrajosos constantemente extraños a toda inclinación de nobleza, a toda generosidad. Se presentan las consecuencias de esa iliberalidad: el disimulo que oculta siempre los recursos con que se cuenta, la dureza de su alma.
Nuestro invitado de hoy: mi experiencia son mis errores. Como dijo Oscar Wilde: La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores.
• El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana
Meditabundo: Lo que hacemos, debiéramos hacerlo bien, o no hacerlo en lo absoluto
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