Lamentablemente, los funcionarios, jueces, legisladores y personal administrativo de las cosas públicas hayan olvidado por completo el legado que tanto sudor, sangre, lágrimas y hasta exilio le costó dejar al padre de la patria dominicana, Juan Pablo Duarte, a su amada y querida República Dominicana.
Hoy, al cumplirse 203 años de su natalicio, son pocos los servidores públicos que se preocupan por ser honestos y contribuir con sus acciones al bienestar del país, tal como lo soñó Duarte, desde que se gestó en su mente y corazón la creación de una República libre e independiente, con la fundación el 16 de julio de 1838 de la sociedad secreta La Trinitaria, con apenas 25 años de edad.
Cada día son más frecuentes los escándalos de corrupción, sobornos, malversación de fondos y descomposición social que empañan la buena imagen y gestión de los gobiernos que dirigen el destino de la nación, ideada por ese gran hombre que dio la vida por sus conciudadanos.
En qué lugar de la memoria de los que lideran los diferentes poderes del Estado está el ejemplo dado por el patricio. Pues mientras Duarte se despojó de todos sus bienes materiales y convenció a sus hermanos y padres para que ofrendaran a la patria su riqueza, los políticos y administradores del erario ven sus cargos como la forma rápida para llenarse los bolsillos, y tienen el descaro de que pese a que no cumplen sus funciones caminan con su frente bien en alto, sin importar las penurias de sus prójimos.
Cómo es posible que un juez venda su veredicto y condene a un inocente o de libertad a un culpable por unos cuantos pesos. En dónde está su moral, cómo puede dormir en las noches y; peor aún, exigir la justicia que no supo aplicar.
Acaso Duarte se sacrificó tanto para que un policía corrupto o delincuente, en vez de proteger al ciudadano sea quien lo atraque, golpee y hasta le quite la vida, provocando que la sociedad se sienta insegura al salir a las calles.
Será que muchos legisladores olvidaron la rendición de cuentas explícita y detallada que Juan Pablo Duarte presentó sobre un dinero que se le entregó para que realizara un encuentro en Baní con el general Pedro Santana, donde cada peso y centavo cuadraba con lo entregado.
Olvidan los políticos que el objetivo de sus aspiraciones debe ser el bienestar del país y que si son derrotados por su oponentes, pueden desde su bancada velar para que quien asuma la rienda del Estado haga bien su trabajo y no convertirse en cómplices, apañando sus faltas por alianza que a los únicos que beneficiaran serán a ellos.
Al igual como lo hizo Duarte cuando se opuso al dominio haitiano por considerarlo injusto, ahora le toca al pueblo unirse, luchar y protestar para derribar el yugo que hoy en día mantiene a la República Dominicana sumida en una profunda crisis moral, social y económica, con la única diferencia que esta vez los opresores son también dominicanos…
Duarte: ¡dónde quedó tu legado!
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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