El sabor dulce del azúcar y su generoso contenido en calorías se combinan para darle una gran capacidad de sabotear dietas de adelgazamiento, como saben muchos científicos y aún más personas a régimen.
Sin embargo, un nuevo estudio muestra que el cerebro reacciona al gusto dulce y a la cantidad de calorías de maneras marcadamente diferentes. Y solo una de estas reacciones explica por qué el deseo de refrenar el consumo de alimentos azucarados para perder kilos de más, fracasa muchas veces ante la poderosa apetencia que esta clase de comida despierta en la mayoría de las personas.
Es la necesidad que el cerebro tiene de calorías, y no el sabor dulce, lo que realmente gobierna nuestro impulso instintivo de comer alimentos ricos en azúcar, según el nuevo estudio, llevado a cabo por el equipo de Ivan de Araujo y Luis Tellez, de la Universidad Yale en New Haven, Connecticut, Estados Unidos.
Resulta que el cerebro tiene en realidad dos conjuntos separados de neuronas para procesar las señales de dulzura y las de contenido de energía. Si al cerebro se le enfrenta al dilema de tener que elegir entre un agradable sabor dulce pero con ausencia de energía, o bien un sabor desagradable pero acompañado de energía, el cerebro opta por esta segunda opción.
Tanto el sabor dulce de un alimento como su valor en nutrientes se registran en el estriado, una región antigua del cerebro involucrada en el procesamiento de sensaciones de gratificación (recompensa).
Los humanos tenemos implantado biológicamente una apetencia por lo dulce como una manera de asegurar que comemos lo suficiente como para darles a nuestros grandes cerebros las calorías suficientes que le permitan funcionar con la máxima eficiencia.
Sin embargo, los autores del nuevo estudio, al analizar los cerebros de los ratones empleados como sujetos de experimentación, constataron que las señales que denotan el sabor dulce y las que denotan el contenido en nutrientes se procesan en dos áreas separadas del cuerpo estriado: la ventral y la dorsal.
Las señales sobre el valor del sabor se procesan en el estriado ventral, mientras que las del valor nutritivo se procesan en el estriado dorsal. Este permaneció sensible a la energía incluso cuando las calorías que nutrían a los ratones se emparejaban con un sabor desagradable.
La miel, un alimento dulce por el cual los humanos desde tiempos lejanos hemos estado dispuestos a afrontar el peligro de recibir picaduras de las abejas que lo elaboran.
A continuación, los investigadores se preguntaron qué señal tendría más control sobre la conducta alimentaria. Los ratones alimentados tanto con azúcar con sabor dulce pero sin calorías, como con azúcar que contenía calorías pero cuyo sabor se alteró para que resultase desagradable acabaron prefiriendo el azúcar rico en energía.
De todo esto se deduce que la circuitería cerebral que reacciona al azúcar está «diseñada» para priorizar la búsqueda de calorías por encima de la de calidad de sabor.
La atracción del ser humano hacia los alimentos dulces
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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