Los Ángeles.- Nada vuelve a ser lo mismo en un deporte cuando una de sus grandes estrellas falla un control antidoping.
Resulta fácil tachar y encasillar a los «atrapados» de menor nivel como fruto de la envidia y la desesperación por llegar a la cima. Pero cuando se pone en duda a un campeón, tanto los competidores como los aficionados desafían sus propias lealtades y suposiciones.
Durante muchos años, el endeble programa antidoping del tenis y las convenientes afirmaciones de que este deporte se encontraba por encima de dicho comportamiento ayudaron a alimentar los rumores no comprobados de suspensiones secretas y positivos ocultos. Y a pesar de las crecientes pruebas de que el doping cruza todas las fronteras nacionales, deportivas y socioeconómicas, el tenis permanecía libre de grandes escándalos de drogas, ya que sólo peces muy pequeños habían quedado enredados en su defectuosa red de control.
Las pruebas han mejorado estas últimas temporadas, y jugadores de más alto perfil, como el ganador del US Open 2014 Marin Cilic y el serbio Viktor Troicki han servido suspensiones.
Pero Maria Sharapova está en un nivel diferente. La rusa es una de las 10 mujeres que han ganado los cuatro torneos de Grand Slam. Ha sido la atleta femenina con mayores ingresos en el mundo durante 11 años consecutivos, según la lista elaborada por la revista Forbes. Condenada por sus gruñidos y admirada por su lucha, Sharapova batalla estoicamente cada punto, incluso cuando un partido parece perdido.
Fue característico de su personalidad que decidiera cargar hacia la pelota en vez de esperar sobre la línea de fondo. Ella misma dio la noticia en lugar de desaparecer en el silencio mientras se desarrolla el proceso de arbitraje. Se hizo responsable de haber pasado por alto las últimas modificaciones en la lista de sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que forma parte de un conjunto de reglas que aparentemente existe para proteger los derechos e intereses de atletas como ella.
Su confesión casi seguramente descarte cualquier posibilidad de que pueda escapar de este apuro. La norma de la responsabilidad objetiva sigue siendo un concepto básico del código de la AMA. El no leer la letra pequeña básicamente es un incumplimiento de contrato. Por supuesto, Sharapova tiene suficiente dinero e inteligencia como para pagar una cuadrilla de gente que lea esas regulaciones por ella. Es casi inconcebible que nadie en su entorno le haya mantenido informada. Pero ella no culpó a nadie más.
Sharapova es la séptima deportista que ha dado positivo por Meldonium (también conocido como Mildronate) en las escasas 10 semanas desde que fue añadido a la lista de sustancias prohibidas. El medicamento, desarrollado en Letonia para ser utilizado en pacientes con diversas enfermedades cardíacas, no está aprobado para su uso en los Estados Unidos por la Food and Drug Administration.
La investigación ha demostrado que esta droga estimula el metabolismo y puede mejorar la resistencia y la capacidad aeróbica. La decisión de prohibirla se produjo después de un año de seguimiento por parte de la AMA, que la encontró aflorando en demasiadas muestras de laboratorio para confort, así como el uso anecdótico y reconocido por los atletas. Los positivos recientes han llegado en una variedad de deportes -patinaje artístico, ciclismo, biatlón, running y ahora el tenis-, pero la mayoría de los atletas descubiertos son de Rusia y Europa del Este.
Habrá un tiempo y un lugar para que Sharapova presente los registros médicos que respalden su afirmación de que tomó este medicamento durante una década exclusivamente con fines terapéuticos legítimos. Hasta que -y a menos que- dicha explicación esté disponible y sea convincente, otros factores evaluarán su caso.
La historia del doping moderno está repleta de ejemplos de fármacos cuyos fines originales y altruistas han sido torcidos por atletas, entrenadores y gurús del deporte en busca de ventajas. La recuperación y el mantenimiento del estado físico, y no rápidos y espectaculares cambios fisiológicos, son el objetivo de la mayoría de los regímenes ilícitos que hoy por hoy buscan mejorar el rendimiento. Todos hemos visto diagnósticos excesivamente convenientes de asma, disfunción tiroidea y trastorno por déficit de atención utilizados como justificación.
Y también está esto: Sharapova reside hace mucho tiempo en los Estados Unidos, pero compite para un país cuya infraestructura en la ciencia deportiva está completamente comprometida.
El tenis ha sido absurdamente interpretado por algunos defensores como un deporte en el que los fármacos que mejoran la resistencia no ayudan. Esto a pesar de las pruebas visibles de que es más físico y castigado que nunca, tanto en la cancha como entre torneo y torneo durante temporadas que duran 10 meses y requieren viajar constantemente entre continentes.
Siempre fue poco creíble que una población de atletas de elite sería significativamente más ética y menos propensa a hacer trampa que otra. El tenis voló bajo el radar durante mucho tiempo, beneficiado por sus raíces refinadas, su etiqueta y sus devotos seguidores, aun cuando el monto de los premios y el potencial de ingresos por patrocinio se habían disparado, y con ellos, la tentación de engañar.
Nada de esto significa que Maria Sharapova sea culpable de algo más que haber seguido las instrucciones de su médico, o de no haber leído con cuidado los mensajes de correo electrónico de la AMA. Algunos serán rápidos en condenarla con ese cinismo cada vez más arraigado en la sociedad. Otros se apresurarán en darle el beneficio de la duda. Ninguna de estas conclusiones está justificada aún. Lo que sí es seguro es que el tenis está a punto de ser puesto a prueba en un sentido mayor.
