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Tres razones por las que ser impaciente puede perjudicar tu salud

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Todos nos hemos sentido impacientes alguna vez. Tal vez mientras esperamos un autobús que llegaba con retraso, o cuando un bebé no dejaba de llorar (y nada lograba traquilizarlo), o quizás aquel día que esperamos durante lo que pareció una eternidad en la fila del supermercado.
 
Lo cierto es que aprender a esperar no siempre resulta fácil. Pero hacerlo es importante, incluso para la salud.
 
Cuando nos impacientamos, sentimos frustración y aumentan los niveles de estrés y adrenalina.
 
Pero existen otros peligros vinculados a la falta de paciencia que, al menos a primera vista, no resultan tan evidentes.
 
1. Obesidad
 
Expertos han señalado que las personas impacientes tienen más probabilidades de ser obesas que aquellas que saben esperar, pues suelen alimentarse peor y consumir mayores cantidades de comida rápida, sobre todo cuando tienen fácil acceso a ella.
 
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Según los economistas Charles Courtemanche, Garth Heutel y Patrick McAlvanah, que publicaron un estudio («Impaciencia, incentivos y obesidad») en 2015 en el Economic Journal (EJ), el fácil acceso a alimentos poco saludables es una de las causas principales, que afecta especialmente a quienes tienen un carácter impaciente.
 
«Quienes son más impacientes se ven más afectados por la disponibilidad a corto plazo de alimentos asequibles, lo cual supone un aumento de la obesidad en esta parte de la población», indica la investigación.
 
«Podríamos pensar que tal vez ahora tenemos acceso a más comida y comemos más, y por eso estamos ganando peso», le contó Courtemanche a The Washington Post.
 
«Pero es más complicado que eso; el abaratamiento de la comida sólo altera el comportamiento de un tipo determinado de personas», agregó el experto.
 
Pero además, la impaciencia constante -y su consecuente ira y tensión- hace que nuestro organismo libere adrenalina y cortisol, hormonas que pueden dar lugar a un aumento de peso.
 
La grasa acaba adheriéndose a las paredes de nuestras arterias, aumentando al mismo tiempo la posibilidad de sufrir un ataque al corazón.
 
2. Hipertensión
 
Cómo ser impaciente puede perjudicar tu salud
 
Cuando nos impacientamos, aumenta nuestro nivel de estrés y también la presión arterial.
 
La Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) incluye la impaciencia como un factor de riesgo de la hipertensión, incluso entre adultos jóvenes.
 
Un estudio, llevado a cabo por especialistas de la Escuela Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern de Chicago, reflejó que el tipo de personalidad A (aquel que corresponde a personas impacientes y hostiles) tiene un 84% más de riesgo de sufrir hipertensión, en comparación con quienes tienen un carácter más calmado, después de analizar más de 3,300 casos a lo largo de 15 años.
 
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La razón, apuntan los expertos, es el estrés asociado a la impaciencia, que puede llegar a estrechar los vasos sanguíneos, incrementando la presión arterial.
 
«La idea de que el patrón de conducta tipo A es ‘malo’ para la salud existe desde hace muchos años», asegura Barbara Alving, de la Escuela de Salud Pública de Maryland, EE.UU.
 
«Este estudio nos ayudó a comprender qué aspectos de ese patrón de comportamiento perjudican nuestra salud», explica la experta.
 
Para Alving, la hipertensión arterial «es una condición compleja que implica factores biológicos y dietéticos», aunque el estudio demuestra que «el comportamiento y el estilo de vida pueden jugar un papel fundamental en la prevención y el manejo de la patología».
 
La hipertensión es un importante factor de riesgo de enfermedades del corazón, del hígado y de accidentes cerebrovasculares.
 
3. Envejecimiento
 
Los telómeros de las mujeres impacientes son más cortos.
 
Por último, un estudio de la Universidad Nacional de Singapur y de las universidades norteamericanas de Berkeley y Pensilvania, recientemente publicado en Proceeding of the National Academy of Science, reveló que ser impaciente también puede acelerar el envejecimiento.
 
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Y es que los telómeros (extremos de los cromosomas del ADN) son más cortos en las personas impacientes.
 
Estas estructuras, que protegen al ADN de su degradación, están asociadas a la longevidad, y los científicos creen que cuanto más rápido desaparecen, antes envejecemos.
 
Según los investigadores (que sólo observaron este fenómeno en las mujeres) falta por averiguar si es la impaciencia la que acelera el envejecimiento o si, por el contrario, las personas con telómeros más cortos «saben», de alguna forma, que van a envejecer antes y desarrollan un carácer más impaciente.
 
Al fin y al cabo, tal y como recuerda el saber popular, puede que la paciencia sea «la madre de todas las ciencias». Tomado de BBC Mundo

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