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Meditabundo: El espíritu del cuerpo es unión. Victoria

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La presentación de los aspirantes a sentarse en “la silla de alfileres” nos muestra una separación natural como la del aceite y el agua. Nada de aunar, ser una unión. La senectud nos pone meditabundo y recordamos la fábula muy conocida en África. Un atardecer, un elefante de larga trompa y el pájaro Tordo, con un bello plumaje, se desafiaban que cuál de los dos podía escucharse más lejos en la selva. El elefante trata de asustar al Tordo, produce un rugido estrepitoso que repercutió en lo más profundo. El Torvo, contento, saltaba y gorjeaba de rama en rama. El elefante lo invita a competir y están de acuerdo con el día para la competencia. El elefante nada de planear, comía y descansaba, seguro de la victoria. El Torvo desapareció por la selva, solicita a las aves de su misma especie, que la mañana de ese día, tan pronto escucharan su canto, lo repitieran y una vez, como en una cadena. Todos le aseguraron hacerlo. Al llegar la hora, el elefante levantó su poderosa trompa, lanzó un gemido que estremeció toda la tierra, los árboles se sacudieron y el eco retumbó bien lejos.
Al terminar el paquidermo, el pequeño Torvo se paró en una rama, infló su pequeño pecho y empezó a cantar. Por todos los lugares y en todas las direcciones comenzó a escucharse su canto, que se transmitía como en cadena, por los demás Torvos.  Cuando los jueces fueron a dictaminar quién era el vencedor encontraron que no el eco, sino la misma voz del Torvo se había dejado oír más allá que la del engreído elefante. ¿Qué aprendemos? En primer lugar, a no subestimar ningún esfuerzo humano, por pobre que nos parezca. Ya sabemos, lo poco se convierte en mucho cuando se une. En segundo lugar, es esencial aunar las  fuerzas para los grandes desafíos.
 
Bien recuerdo durante la navegación astronómica, el capitán Percival tomaba la altura del astro con el sextante y decía: “Top”. En ese instante yo anotaba la hora del cronómetro. Y viceversa; luego hacíamos los cálculos con la altura que cada uno había tomado y verificábamos la posición. Buen sistema de enseñanza que mi maestro aplicó conmigo. Comprendí que yo solo no me realizaba.
Nuestro invitado de hoy Francisco García Salvo: “La comprensión es la victoria de las almas grandes”.
 
(*) Vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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