Secuestrado y mantenido encadenado durante más de siete años en un campamento en la selva controlado por los rebeldes de las FARC en Colombia, Alan Jara sabe cuán difícil es perdonar y reconciliarse con el pasado.
Una de las incontables víctimas de la guerra civil de cinco años en Colombia, la más larga de América Latina, Jara fue liberado en 2009 por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Desde entonces fue elegido gobernador provincial tres veces y ahora lidera el organismo gubernamental encargado de entregar reparaciones a casi 8 millones de víctimas de una guerra que fue conocida por las desapariciones, secuestros, violencia sexual y asesinatos.
Eventualmente Jara decidió perdonar a sus captores porque cree que no puede haber una paz duradera sin reconciliación.
«No perdonar me mantendría cautivo y no me permitiría sacar la rabia y seguir adelante,» dijo Jara a la Fundación Thomson Reuters en una entrevista telefónica.
«Para que exista la paz, los colombianos no tienen otra opción que perdonar», agregó.
En junio, el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC firmaron un acuerdo de cese al fuego considerado el penúltimo paso hacia un pacto final para terminar una guerra que causó al menos 220.000 muertes y el desarraigo de millones.
Santos ha apostado su legado político en lograr la paz en Colombia, al decir que cualquier acuerdo será puesto a consideración del pueblo para que lo acepte o lo rechace.
Se espera que el plebiscito, que la corte constitucional de Colombia recientemente dictaminó que podría realizarse, se celebre antes de fin de año.
PAÍS DIVIDIDO
La líneas de batalla ya fueron establecidas y Colombia está envuelto en una acalorada campaña entre los seguidores y los opositores al acuerdo de paz que se negocia en La Habana.
Los colombianos están profundamente divididos sobre cómo y qué concesiones hacer a los rebeldes, qué tipo de justicia deberían enfrentar, si confían en la entrega de las armas de los 7.000 combatientes de las FARC y si los rebeldes desmovilizados podrían ocupar cargos públicos.
Muchos habitantes de las ciudades, que viven lejos de las remotas áreas rurales y selváticas donde el conflicto se está desarrollando, son ambivalentes sobre las conversaciones de paz y están más preocupados sobre temas vinculados al trabajo, la educación, la salud y la creciente inflación.
El presidente Santos dijo estar confiado en que la votación por el «sí» prevalecerá. Pero sondeos de siete encuestadoras nacionales mostraron este mes resultados muy diversos.
Un sondeo de Ipsos mostró a principios de agosto que el 50 por ciento de los colombianos votarían por el «no» en un plebiscito, mientras que el 39 por ciento lo haría por el «sí».
Una encuesta más reciente del 18 de agosto de Datexco mostró un resultado más ajustado. El 32,3 por ciento de los encuestados dijo que votaría por el «sí» y el 29,1 por ciento por el «no».
Jara dijo que los colombianos que se han visto afectados directamente por la guerra, incluyendo a familias cuyos seres queridos han sido asesinados, suelen ser los más propensos a perdonar y apoyar las conversaciones de paz.
«A mí no me regló la vida verlos en la cárcel. Lo más importante son las garantías de la no repetición y no más sufrimiento. Y la mejor manera de garantizarlo es terminar el conflicto», afirmó.
Isaac Valencia, quien fue forzado por los rebeldes de las FARC a abandonar su casa siendo un niño, dijo que votaría a favor del acuerdo de paz porque lo considera la única manera en que los colombianos comiencen a sanar sus heridas.
«Es la mejor oportunidad que tenemos para acabar con la guerra para que no haya más víctimas y desplazados. Los colombianos tenemos que unirnos», dijo Valencia, de 33 años.
Pero no todos los colombianos quieren, o están preparados, para perdonar a las FARC y apoyar las conversaciones de paz. Muchos son escépticos y están inseguros sobre los términos de las negociaciones de paz que se han acordado hasta el momento.
«Quiero que mis nietos vean la paz», dijo Alba Gómez, quien fue expulsada de su hogar por las FARC hace una década.
«Pero las FARC son un grupo de asesinos y la cárcel es lo mínimo que los guerrilleros deben recibir por todo el sufrimiento que han causado a tantas personas. Sin eso, no hay paz», añadió.
Analistas dicen que el Gobierno ha hecho un mal trabajo explicando el acuerdo de paz a los colombianos con el texto completo de lo que ha sido acordado hasta el momento, que aún no se ha hecho público.
«Hay mucha desinformación y confusión sobre el proceso de paz», dijo Jara. «Muchos no saben en detalle los acuerdos, eso ha generado un clima de polarización», concluyó.
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