Crítica literaria a: Mateo Morrison

Mateo Morrison, poeta atrevido
 
La diversidad de sus temas, la determinación de acápites cubiertos de esencialidad poética, la constante alusión a sentimientos que afloran en nuestra vida cotidiana, la facilidad de convertir “sencillo” lo que para muchos es arduo, abre un asentamiento con una entidad propia; la suya.( En cuanto al contenido de su obra y la delicadeza de sus temas).
 
Es un poeta que no tiene miedo de nadar en las turbulentas aguas del rio rebelde, allá donde Heráclito braceó tantas veces (Passager de l’air).
 
¿Es tal vez ese espejo mágico que refleja la inclinación emotiva de su inspiración, en momentos de pasión? Porque el pábulo de esta obra, donde los poemas cantan a la ciudad que no perdona el desafío de sus luces, reta a la sensibilidad del lector. Alegórica forma de sentir dolor por esas mariposas rebeldes, que atraídas por la luz de la urbe, mueren lentamente en el silencio, mientras aún observan con ojos de melancolía las luces potentes que iluminan la ciudad. Aquí Mateo Morrison, resume su obra en el contexto de su exaltación por la vida, por la existencia, porque aquella luz es subsistencia pasajera para después convertirse en la muerte definitiva que nos atrapa para siempre. Este tributo que dedica a otro gran poeta, F. Jovine Bermúdez, está basado ante todo, (por esa reflexión de un mundo atroz que lentamente se destruye por el asedio de sus luces), a la injusticia de un universo desordenado, que nos conduce a enfrentarnos con las agudezas de la soberbia ciudad, que a mi entender, son las vicisitudes de la vida, en forma metafórica, que día a día, nos oculta bajo el caos desorientado de un cosmos sin piedad.
 
Esa intensidad en sus letras, esa lealtad en su pensamiento, nos transfiere a otro poema que esta vez, dedica a Tony Raful, (en homenaje a su poética; que bien sea dicho de paso, merece un enorme reconocimiento por su retórica, y el contenido de sus obras). Aquí, Mateo Morrison, en medio de un silencio esperanzador, recorre las calles de la ciudad, al mismo tiempo que ausculta los poemas, y que como él bien define, desatan buenos augurios, mientras sus gentes duermen en el silencio, junto al viento, en los rincones de sus hogares, allí donde nadie perturba la soledad, allí donde el humano se cubre de reflexión.
 
Mateo Morrison, hace mención a su delicado instinto, que le acerca a una humanidad huérfana de valores, pero que reconoce, que aún existen flores en los rincones de jardines misteriosos. Es un poeta que, con enorme atrevimiento quiere llevarnos hasta más allá, y en un momento de ingente inspiración, nos permite deliberar sobre un mundo cósmico que convierte en partículas el legado de nuestros ancestros. Es un mundo de sufrimientos, de injusticias porque unos derrochan mientras que otros demandan.
 
Otra elegía, que arranca en suaves pedazos el alma del poeta, es sin duda “El Espejo”, que en medio de una profunda meditación, este mismo autor, refleja mil rostros de gentes con expresiones que no son,sino acciones en cada momento de la vida, allí donde el ser humano se convierte en más compasivo y sus muecas manifiestan una realidad que no pueden esconder porque no hay lugar donde disimular tantas emociones fulguradas en sus semblantes.
 
La intencionalidad de Mateo Morrison, cuando nos adentramos en su poemario, es arrastrarnos en medio de una serie de sentimientos, avisándonos que sus poemas se sumergen en una éxtasis llena de inspiración, donde el autor juega con palabras, ideas, conmociones para dejarnos en su mundo en medio de las sendas de una reflexiva profunda.
 
Si leemos atentamente el poema “Debes rezar”, descubrimos en él, esa recóndita solemnidad de una invocación en la noche solitaria donde el autor reta a su conmoción y en momentos de melancolía derrama lágrimas rebeldes, envueltas en la afligida evocación de un rezo con sinónimo de penitencia.
 
Es tal vez, si nos adentramos en su libro, aquella historia matinal, donde dos cuerpos apasionados inventaron una sola existencia, que en su soneto “Búsqueda”, suena a violines afinados para componer una única oda, un himno al amor:.. Dos cuerpos se incendiaron para formar una efigie de cenizas.
 
Mateo Morrison es un poeta fino, pero a veces, un poco soñador en frases delicadas con una difícil dialéctica. Su espacio de expresión es muy original, con poemas que, necesitarían algo más de contenido para poder transportar al lector a un entendimiento más lógico, pues las formas textuales en los poemarios, no siempre son nomotéticos, por eso creo, que su lenguaje aunque pródigo en grafía, necesita algunas pinceladas que faciliten una mejor simbiosis, entre el pensamiento del poeta y la asimilación del lector. En su búsqueda ontológica, Mateo Morrison, intenta fusionar esa idea de rebeldía, con la elegía donde él, expresa una sensibilidad material y, a veces, espiritual. Esta característica suya, es atrevida y necesitaría algo más de impulso, para que verdaderamente su poemario se reconcilie con el desafío de convertirla en obra de inmenso valor, con una pasión que arrastre al leyente, hasta el “museo de sueños”, donde; “el calor pretenda derretirla, antes que se evapore su presencia”.
 
Acabar con un enorme “chapeau”, a un maestro de la poesía (sensiblista), por su estilo diferente y delicado.

Compartir esta publicación:

WhatsApp
Facebook
X
LinkedIn
Pinterest

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *