La sangre es roja. Los limones son amarillos. La nieve es blanca. Los árboles son verdes. La noche es negra. Y el vino es blanco, tinto o rosado. ¿O tal vez ya no?
Cinco españoles veinteañeros están poniendo patas arribas algunas de esas rígidas convicciones.
Con tanta osadía como espíritu rebelde, han sacado a la luz un vino de color azul, intensamente azul, de un azul casi imposible, de un azul cobalto.
El brebaje en cuestión, bautizado como Gik, debe su inusual color a la mezcla de un pigmento llamado antocianina que se encuentra en la piel de la uva tinta con otro pigmento de origen natural llamado indigotina y en el año y medio que tiene de vida ya va por las 100.000 botellas vendidas.
Y eso que ha sido recibido como una auténtica blasfemia por muchos enólogos y especialistas en España, país que lleva a gala ser el mayor exportador de vinos del mundo, el tercer productor por detrás sólo de Francia e Italia y donde el néctar de uvas se conoce desde hace al menos mil años.
El vino tiene un pigmento llamado antocianina que se encuentra en la piel de la uva tinta y otro pigmento de origen natural llamado indigotina.
Pero todo el escándalo y las encendidas polémicas que está generado este nuevo vino color añil desatan sonrisas de satisfacción en los cinco amigos vascos que lo han creado.
Porque lo que pretendía ese pequeño equipo compuesto por diseñadores y artistas era precisamente eso: romper barreras, sacudir el mercado, encontrar una idea original, dar con un producto absolutamente nuevo, diferente, revolucionario.
Llevaban tiempo rompiéndose el cerebro tratando de dar con esa quimera. Y un día, ¡eureka!, se les ocurrió hacer un vino azul.
«Nos pareció una idea perfecta, que reunía todos los ingredientes que buscábamos», asegura Aritz López, de 22 años, uno de los padres de Gik.
«La del vino es una industria profundamente tradicional, con unas reglas muy estrictas y donde reina cierto elitismo, la convicción de que sólo los paladares expertos, curtidos en mil catas, pueden realmente apreciar en su plenitud un buen caldo».
En definitiva: un mundo perfecto para quien se proponía ponerlo del revés.
«Ni siquiera nos gusta el vino»
Ninguno de los cinco creadores de Gik es enólogo, ninguno procede de una familia con tradición bodeguera, ninguno de ellos tenía la más mínima idea de cómo se hace el vino.
Los creadores del vino dicen que han vendido unas 100.000 botellas del producto.
Un año y medio necesitaron para poder hacer realidad su sueño de producir vino azul. Pero, con la ayuda de la Universidad del País Vasco (por donde todos ellos han pasado), lo consiguieron.
«El nuestro es un vino que rompe las tradiciones y las reglas y que además no sabe a vino, así que se puede considerar un antivino», aseguran sacando pecho.
Algo en lo que coinciden con muchos sommeliers, que directamente no aceptan que lo que producen estos cinco jóvenes merezca el calificativo de vino.
Porque, aunque está hecho a base de una mezcla de uvas blancas y tinta, Gik también incluye sustancias que no se encuentran en la uva como la indigotina, el pigmento que le concede el color azul.
«No calórico»
Y otra particularidad: aunque a algunos vinos se les añade azúcar antes o durante su proceso de fermentación para corregir la carencia puntual de esa sustancia en el mosto (un proceso que se conoce como chaptalización en honor al químico francés Jean-Antoine Chaptal, que fue quien lo inventó en el siglo XVIII), el vino azul se elabora con edulcorantes no calóricos.
«El azúcar fermenta y se convierte en alcohol dentro de la botella, los edulcorantes no. Y el exceso de azúcares genera sobrepeso, mientras que los edulcorantes son una alternativa más saludable y light», se justifican los creadores de este peculiar producto.
Todo eso encoleriza aún más a quienes reniegan de que ese líquido azul sea digno de ser considerado como un vino, la bebida de los dioses.
«Sí, hemos recibido varias críticas malas. Hay bodegueros que incluso nos han mandado emails diciéndonos que nos dedicáramos a hacer aplicaciones para móviles y dejáramos en paz el mundo del vino. Pero poco nos importa lo que digan. Lo que queríamos era romper las reglas, y lo hemos conseguido», afirma Aritz.
Gik, efectivamente, no sabe como saben los vinos tradicionales. Tiene un sabor peculiar, extraño, decididamente más empalagoso.
Sus propios creadores realizaron una cata en la que participaron varias personas con los ojos vendados a las que se les daba a probar la bebida azul sin copas (para no ponerlas siquiera sobre aviso de que se trataba de un vino) y hubo opiniones de todos los colores.
Algunos pensaron que era un refresco, otros dijeron que se trataba de una cerveza afrutada, y quien estaban convencidos de que estaban bebiendo una golosina líquida
Sólo un par de individuos dieron en la diana y concluyeron que era un vino.
Los productores del vino azul ahora intentarán llevarlo a América Latina.
A sus creadores estas discrepancias les causan tanto placer como la diversidad de modos en los que se consume su vino azul: hay quien lo toma muy frío, quien lo toma a temperatura ambiente, en Francia les gusta con hielo, en Gran Bretaña lo prefieren con ginebra y en Suecia caliente y con canela.
Sin dioses
Hasta a la hora de buscar un nombre a su producto también optaron por ir contracorriente.
Mientras muchos vinos llevan nombres de dioses griegos, títulos de condes o de marqueses, rimbombantes apellidos, ellos se decantaron por un nombre no que significara nada, que se compusiera de sólo tres letras y que fuera fácil de pronunciar en cualquier idioma. Gik.
Y la estrategia parece que les funciona, especialmente entre personas de entre 24 y 35 años, sus mayores clientes.
En España una botella cuesta alrededor de 8 euros.
Gik también vende en Holanda, Reino Unido, Francia, Alemania.
«Queremos dar el salto a América Latina y a Estados Unidos y Canadá. Tenemos muchísimo interés en llegar allá. Nos costará más que Europa, pero llegaremos», prometen.
Vino azul con que cinco jóvenes quieren revolucionar la industria
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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