A menudo pensamos que si nos preocupamos lo suficiente, encontraremos la solución a todos esos problemas que nos dan vueltas a la cabeza.
Sin embargo, demasiada preocupación no nos hace bien.
Pero no siempre es fácil dejar de hacerlo.
De hecho, a veces, cuando tratamos, las preocupaciones nos invaden con más fuerza.
Como si te digo que no pienses en un elefante rosa. De verdad, no pienses en un elefante rosa. ¿Estás pensando en un elefante rosa? Te pedí que no lo hicieras.
¡Deja de pensar en un elefante rosa!
A esto se lo conoce como la Teoría de los procesos irónicos (Wegner, 1994).
Cuando la mente intenta «no pensar» en algo hace todo lo contrario.
La razón es que el cerebro tiende a optimizar sus recursos, así que primero enfoca su atención en el núcleo del pensamiento «pensar en un elefante rosa» para después poder negarlo.
El mecanismo es automático, de manera que si te digo o te dices «No te preocupes», el resultado es el contrario.
¿Qué hacer entonces?
Hay una técnica que puedes probar.
Fue diseñada por Ad Kherkof, un psicólogo clínico de Holanda que ha estudiado la forma de ayudar a la gente a preocuparse menos.
El trabajo de Kherkof con personas con problemas serios le ayudó a desarrollar el método.
Kherkof trabajó con personas con pensamientos suicidas y gente con problemas de ansiedad, quienes viven plagados de pensamientos extremadamente negativos.
Luego, probó su método con gente que cotidianamente se preocupa demasiado.
¿Cómo funciona?
Lo que tienes que hacer es programar tu «tiempo de preocupación»: 2 espacios de 15 minutos de duración al día.
Aunque suene extraño, vale la pena intentarlo.
Si se te viene alguna preocupación a la cabeza fuera de tu «tiempo de preocupación», te dices a ti mismo: «Ahora no. No es el momento indicado para preocuparse. Lo haré después».
Evita tener tus sesiones en cama o en tu sillón favorito.
Siéntate derecho y lidia con tus preocupaciones como si fuera parte de tu trabajo.
Sácalas a la luz y decide qué hacer con ellas, una a una.
Sentado como si estuvieras trabajando frente al computador. Un problema a la vez.
En la segunda sesión del día, sólo se permiten 5 minutos de preocupación.
En los 10 restantes, programa un pensamiento positivo. Recuerda un momento en el que estuviste feliz u orgulloso.
Haz con los buenos recuerdos lo mismo que tendemos a hacer con las preocupaciones: repara en cada detalle.
Trata ese recuerdo de la misma manera que a las preocupaciones: analiza todos los detalles; piensa una y otra vez en los aspectos positivos; experimenta los sentimientos placenteros; recuerda los sonidos, los aromas, el paisaje.
¿Difícil?
Si empiezas a preocuparte en el momento errado, encuentra la manera de distraerte.
Quizás puedas leer un buen libro que te transporte a otro mundo, llamar a un amigo o escuchar tu música favorita.
Piérdete en una historia que te transporte a otro lugar.
Esta técnica no es para que ignores tus problemas.
Te ocuparás de ellos en el momento indicado.
Es sólo que la mayoría de nosotros nos centramos en los aspectos negativos.
Estamos programados para detectar una culebra peligrosa inmediatamente, pues eso es más importante para nuestra supervivencia que detenerse a mirar una bella flor.
Así que trata de no permitir que tus preocupaciones reciban más atención de la que merecen.
No puedes deshacerte de todas, pero las puedes controlar, en lugar de que te controlen.
Guía rápida para evitar que las preocupaciones te abrumen
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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