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Tras vivir el secuestro de EI, chicas iraquíes desean recuperar su vida

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Lo primero que hizo Afrah cuando escapó del cautiverio del Estado Islámico (EI) cerca de Mosul fue quitarse el velo de la cara y arrojarlo, desafiante, al suelo.
 
El grupo de musulmanes ultrarradicales secuestró a Afrah, de 16 años, y a su hermana mayor Asil junto con otros 14 miembros de su familia y parientes como escudos humanos cuando se retiraron de la ciudad iraquí de Tikrit, su ciudad natal, unos 200 kilómetros al sur, a principios del año pasado.
 
Durante un año y medio la familia quedó atrapada en el pueblo de Bawiza, al norte del bastión iraquí de los yihadistas. Las chicas trataron de mantener un perfil bajo y apenas se aventuraron al aire libre.
 
Cuando las fuerzas iraquíes avanzaron hacia el pueblo hace unos días, como parte de la campaña respaldada por Estados Unidos para expulsar al estado islámico de Mosul, estaban decididas a no ser apresadas como rehenes de nuevo y corrieron hacia los vehículos blindados del ejército.
 
Tras sobrevivir al régimen opresivo de los extremistas, Afrah y Asil, de 19 años, quieren olvidar la experiencia angustiante, regresar a Tikrit, reanudar sus estudios, trabajar y recuperar sus vidas.
 
«He perdido dos años de mi educación, quiero volver a la escuela, completar mis estudios y obtener el título para convertirme en dentista», dijo Afrah.
 
Asil, por su parte, quería volver a su trabajo emitiendo certificados de higiene de alimentos a restaurantes y cafés.
 
«Me encantaba ese trabajo, estoy deseando empezar de nuevo», dijo.
 
Las dos hermanas hicieron estos comentarios mientras esperaban en el desierto junto a cientos de iraquíes desplazados que intentaban pasar a zonas controladas por los kurdos a pocos kilómetros al noreste de Mosul.
 
Se podían oír explosiones procedentes de la ciudad, mientras la campaña para expulsar a EI continúa con feroces batallas callejeras entre los militantes y las fuerzas iraquíes.
 
El Estado islámico ha tomado como rehenes a civiles para evitar ser blanco de ataques aéreos, ha ejecutado a personas en Mosul, ha usado a mujeres de minorías religiosas como esclavas sexuales y ha impuesto sus normas conservadoras a otros usando a la policía religiosa femenina.
 
«Si te atrevías a no llevar un nicab (velo que cubre la cara) te ponían una multa en la primera ocasión, alrededor de 50.000 dinares (40 dólares). Después, el castigo era pegarte», dijo Afrah.
 
«Apenas salí. Dormía, comía y ya está. Hace unos meses cortaron internet también, era aburrido, no quería ir a una de sus escuelas donde sólo te enseñan armas y religión «, dijo.
 
CASI NOVIA DEL ESTADO ISLÁMICO
 
Afrah llevaba una larga chaqueta marrón y un brillante sombrero de lana. Dijo que seguiría usando el pañuelo musulmán, pero se sintió aliviada al mostrar nuevamente su rostro.
 
Asil también había dejado de llevar su nicab.
 
La hermana mayor evitó por poco casarse con un combatiente del Estado Islámico mientras vivían en Bawiza, dijo.
 
«Papá se negó a darle mi mano en matrimonio», explicó, lo que supuso un peligroso acto de desafío que casi acabó con la vida de su padre Saeed.
 
«El combatiente que quería casarse con Asil acusó a papá de ser un espía, y lo llevaron a juicio», dijo Afrah.
 
«El combatiente era grosero, un viejo con una gran barba», agregó.
 
Afrah, que habla algo de inglés y que según la familia es un genio de la tecnología, tuvo la presencia de ánimo para borrar todos los contactos del teléfono de Saeed, empezando por familiares o amigos que habían servido a las fuerzas de seguridad iraquíes.
 
Sin pruebas suficientes y debido a que el combatiente de EI no era de alto rango, Saeed fue liberado.
 
«Me habrían cortado la cabeza», dijo.
 
Unos meses más tarde se enteraron de que el combatiente había muerto en batalla.
 
«Ese perro está muerto», dijo Saeed, de pie junto a Asil.
 
Una pariente no había tenido tanta suerte, dijeron, señalando a una mujer sentada cerca de una sábana con el resto de la familia. EI había ejecutado a su marido porque antes era policía.
 
La familia se abasteció de mantas y ropa de abrigo para el invierno, ante la posibilidad de pasar un tiempo desplazados en un campamento. No saben cuándo se les permitirá entrar en territorio kurdo y cuánto tardarán en volver a casa.
 
«Espero que podamos regresar pronto», dijo Asil. «Las chicas que han vivido bajo el DAESH sólo quieren reanudar sus vidas», dijo utilizando el acrónimo árabe del grupo ultraortodoxo

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