Propio es de un alma austera menospreciar las cosas grandes y preferir la suerte mediana a la excesiva. La mediana es útil y propicia en la vida del ser humano, pero el exceso de bienes es dañoso por la superfluidad que implica. Hemos visto que las espigas demasiado llenas se doblan, las ramas se rompen por el peso de la fruta y la fecundidad excesiva no llega a sazón. Esto mismo ocurre con las almas abatidas por una desmesurada prosperidad, pues esta no les sirve más que para perjuicio de otros y aún de ellos mismos.
La medida natural tiene su término, los deseos quiméricos nacidos de la pasión rebozan cualquier límite. La necesidad se mide por la utilidad, la superfluided, ¿En qué podrías limitarla? Así vemos como se anegan muchos de los placeres de los cuales, una vez acostumbrados, ya no pueden privarse, habiendo alcanzado el mismo estado de tener por necesidades aquellas cosas que al principio le eran superfluas. Son servidores y no gozadores de sus placeres y; último de los males tienen amor a sus propias desdichas. Y ciertamente el colmo de la infelicidad es, no solo deleitarse en cosa vergonzosas, sino tener el corazón puesto en ellas, cuando tornase costumbre lo que fuera vicio, ya no cabe remedio alguno.
La búsqueda de vivir bien, es decir, la buena manera de actuar es el dominio de la razón, comprendo que esta es inmutable y firme en su juicio, por cuanto no sirve a los sentidos, sino que los domina. La razón es igual a la razón, como la rectitud a la rectitud; así pues también la virtud a la virtud; ya que esta no es otra cosa que la recta razón.
Todas las virtudes son racionales, son racionales si son rectas, si son rectas son todas iguales. Tal como es la razón, tales son sus obras.
El bien no puede existir sin la razón, y esta sigue siempre a la naturaleza. ¿Qué es pués la razón? La imitación de la naturaleza. ¿Cuál es el bien supremo del hombre? Proceder conforme a la voluntad de la naturaleza.
Como estoy en un tránsito de semi retiro, la razón nos indica que no debo procurar que los hombres hablen de mí, sino que se yo quien hable conmigo mismo.
La razón indica, avisa que no existe ningún mal sin su golosina. La avaricia ofrece dinero, la lujuria muchos y variados deleites, la ambición el aplauso, admiración. Luego la influencia y todo lo que ella acarrea.
Las obligaciones y decisiones que fallan, es por no saber actuar de acuerdo a la razón; de ahí que nada puede ser llevada a la perfección sino con atención y vigilancia asidua, evitar y vencer el error con la razón. Vivir el cero error me enseñaba el capitán de mares y océanos John Percival.
Cuándo todo aquel que piensa en lo que tiene que recibir y se olvida de lo que ya tiene, cae en el gran defecto de la codicia que es ingrata, nunca satisfecha, ignora, no palpa lo suficiente.
Si amas la razón, este amor te amaría contra los ataques más terribles.
Nuestro invitado de hoy. Anónimo: No sufrir por cosas sin sentido. No apegarte a nada. Vivir al máximo. No ilusionarte. Sonreír siempre.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana
Meditabundo: Vinimos-anduvimos-nos vamos: La vida (II de III)
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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