LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Sea feliz, caballero andante. Yo velaré las armas mientras usted cabalga por Norteamérica, de momento sin lanza y sin escudo, pero siempre en el lomo de su incansable Rocinante. Yo, su soldado, me quedo aquí, como siempre al pie del cañón y con la mecha en la mano. Si se encuentra con Donald Trump dígale que, a causa de sus truculencias, el castigo que le tengo es ponerlo a manejar delante de una guagua azotacalles, de las que tanto abundan aquí. A ver si es fácil. (Así que, como dijo Atila cuando llegó a Montellano: ¡Váyase en paz, mi compadre, váyase en paz!).