Medir una proteína sanguínea en particular podría ayudar a los médicos a distinguir fácilmente entre la enfermedad de Parkinson y otros trastornos similares, sugiere un nuevo estudio.
El potencial análisis de sangre «no está listo para el protagonismo», dijeron expertos en la enfermedad de Parkinson. Pero representa un avance en la búsqueda de una forma objetiva de diagnosticar el Parkinson y afecciones similares, que se conocen como trastornos parkinsonianos atípicos (APD, por sus siglas en inglés), anotaron.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno del movimiento que afecta a casi un millón de personas tan solo en Estados Unidos, según la Parkinson’s Disease Foundation.
Su causa no está clara, pero a medida que la enfermedad avanza, el cerebro pierde las células que producen dopamina, una sustancia que regula el movimiento. Como resultado, las personas sufren síntomas como temblores, rigidez en las extremidades, y problemas de equilibrio y coordinación que empeoran de forma gradual con el tiempo.
Ahora mismo, ningún análisis de sangre, escáner cerebral u otra medida objetiva puede diagnosticar el Parkinson de forma definitiva, dijo James Beck, vicepresidente de asuntos científicos de la Parkinson’s Disease Foundation.
«En general, la enfermedad de Parkinson se diagnostica mediante un examen clínico», explicó Beck.
La persona más indicada para determinarlo es un neurólogo con experiencia en trastornos del movimiento, según Beck.
«Pero incluso los médicos altamente entrenados se equivocan inicialmente más o menos un 10 por ciento de las veces», advirtió.
En las etapas tempranas, los síntomas del Parkinson pueden ser muy similares a los de los APD, dijo Beck.
Los APD son bastante poco comunes, e incluyen afecciones conocidas como parálisis supranuclear progresiva, síndrome corticobasal y atrofia de multisistémica.
No hay cura ni forma de detener el avance del Parkinson y los APD.
Pero es importante distinguir entre ambos lo antes posible, dijo el autor líder del estudio, el Dr. Oskar Hansson, investigador en la Universidad de Lund, en Suecia.
Eso se debe a que la trayectoria de un APD es distinta que la del Parkinson, explicó Hansson.
«Por lo general, los pacientes con APD tienen un pronóstico mucho peor, con una progresión de la enfermedad más rápida y síntomas más incapacitantes», dijo.
Además, anotó Hansson, sus síntomas por lo general no responden bien a los medicamentos dirigidos a la dopamina utilizados para gestionar el Parkinson. Los pacientes con APD podrían necesitar una gestión más intensiva con un «equipo de especialistas en los trastornos del movimiento», señaló.
El nuevo estudio, publicado en la edición en línea del 8 de febrero de la revista Neurology, se enfocó en una proteína de la sangre llamada neurofilamento de cadena ligera (NCL). Se trata de un componente clave de las células nerviosas que se libera cuando las células mueren.
La investigación ha mostrado que las personas con APD muestran niveles elevados de NCL en el fluido espinal. Pero la única forma de evaluarlo es a través de una dolorosa punción lumbar.
El equipo de Hansson desarrollo recientemente un análisis «ultrasensible» que puede detectar el NCL en la sangre. Entonces, observaron si el análisis podría distinguir a los pacientes de Parkinson de los que tienen APD.
Para hacerlo, estudiaron a más de 500 personas de Suecia o Inglaterra. Los participantes del estudio se asignaron a uno de tres grupos. Dos grupos incluían a personas sanas y pacientes que habían tenido Parkinson o un APD durante cuatro a seis años. El tercer grupo incluyó a personas que habían sido diagnosticados con las enfermedades más recientemente, en los tres años anteriores.
En general, el estudio encontró que los pacientes con un APD tenían unos niveles más altos de NCL que los pacientes de Parkinson o las personas sanas.
El análisis sí pareció más preciso en los pacientes que habían tenido el trastorno más tiempo, apuntó Beck. En esos pacientes, la prueba tuvo una «sensibilidad» de un 80 a un 82 por ciento; la sensibilidad se refiere al porcentaje de personas con una afección que son identificadas como «positivas» de forma precisa.
En el grupo con Parkinson o APD en etapa más temprana, la sensibilidad del análisis fue del 70 por ciento.
Todavía hay que refinar el análisis de sangre y estudiarlo con grupos más grandes de pacientes, dijo Beck.
Y para que el análisis se utilice en la práctica cotidiana, debe haber un «protocolo estandarizado» para su realización, añadió. «¿Con qué precisión se puede realizar este análisis en distintos sitios?», planteó Beck.
¿Es Parkinson u otra cosa. Qué podría determinarlo?
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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