LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
En los febreros de mi niñez sa¬lían a las calles el Diablo Cojuelo (que no daba ni pedía cuartel con sus vejigas, que de¬jaba caer sobre la endeble humanidad del niño asusta¬do), el Mono Luchador (que competía por llevarse la gloria fugaz de un triunfo teatral en fiesta patria), el Califé (bailarín inigualable al ritmo de un burlón sombrero de copa) y el Roba-la-gallina ¡palo con ella…tín, tín, manatí!, que recogía cen¬tavos y dulces en los colmados para lanzarlos generosamente a la alegre parvada de la garata con puño Recuerdo con nostalgia todo aquello (y por eso, un poco niño, iré feliz e invito a la resurrección del Carnaval).