El turismo vinculado a la naturaleza no es nuevo. El de avistamiento de animales tampoco. Hace tiempo que existen los safaris, los recorridos por las Galápagos, la observación de aves y los traslados a océanos remotos para ir a bucear, por citar los clásicos.
Para Jordi Vendrell, director de la agencia de viajes Tuareg.com, viajar para observar animales en su hábitat es una tendencia que ha ido ganando terreno de forma progresiva, y que tiene su origen en el hecho de que los viajeros cada vez buscan en sus viajes más elementos no turísticos, en el sentido estricto del término. Dicho de otro modo, cuando planificamos nuestras vacaciones, ya no queremos sólo conocer un país. Cada vez nos preguntamos menos adónde ir y más qué queremos hacer, dice Vendrell, cuya agencia por ejemplo ofrece un viaje para ir a África justo cuando nacen las crías de los ñus. Es lo que se denomina turismo de intereses.
De la misma opinión es Joseba Urquiola, director comercial del Club de Viajes Marco Polo, quien explica que este tipo de viajes tienen cada vez más demanda, y se van abriendo nuevos destinos. Cristina García es una zoóloga barcelonesa afincada en Estados Unidos con su esposo, Hal Brindley, un fotógrafo estadounidense. Ambos se dedican a recorrer el mundo para observar animales, experiencias que plasman luego en su blog Travel for wildlife.
En su opinión este tipo de turismo va a más, seguramente por el auge de las tesis animalistas, pero también porque hoy en día estamos muy insensibilizados, demasiado ocupados con nuestro trabajo y nuestra rutina diaria. Nos falta sentirnos parte de la naturaleza. Ir a ver animales en su hábitat hace que te pongas en su lugar. Es entonces cuando sentimos una conexión. Y eso es lo que nos falta.
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A pesar de que los grandes clásicos siguen siendo los destinos más solicitados, últimamente se han abierto nuevas posibilidades, y no existe animal sobre la faz de la Tierra que hoy en día no se pueda contemplar en su hábitat. En opinión del director de Tuareg .com, como ha pasado con otros sectores, cuando algo se populariza, a continuación llegan las exquisiteces, y ahora se puede ir a ver osos polares a Canadá, ballenas a Baja California y tigres a India.
Un ejemplo serían los viajes que ofrecen Sotamar, un club de submarinismo de Cadaqués y Última Frontera, agencia especializada en este tipo de viajes, que organizan para los próximos tres años lo que han denominado como Sotamar Shark Tour.
Según Jordi Riera, responsable de Sotamar, se trata de viajes para hacer submarinismo creados para que los que son unos apasionados de los tiburones puedan nadar entre ellos en distintas partes del mundo, en la mejor época del año y en los mejores sitios para bucear con cada especie.
El primero está previsto para la próxima Semana Santa a Maldivas, para ver tiburones ballenas, tiburones grises y mantas y cuyo coste rondará los 2.600 euros por persona por una semana de viaje.
De todos modos, aquellos que quieran embarcarse en esta aventura deberán previamente hacer el curso Shark ecology que otorga la Scuba School International. Durante el viaje, los participantes recibirán formación diaria sobre las diferentes especies que podrán ver.
Obviamente, no estamos ante una forma de viajar económica. Y no sólo porque la mayoría de los animales más deseados se encuentran en destinos lejanos y exóticos. En muchos de estos países no existían infraestructuras turísticas y ha habido que crearlas, y eso repercute en el precio de los viajes, explica Urquiola.
Por eso es un tipo de viajes que contratan sobre todo personas a partir de los 40-45 años, aunque el 80% son personas en la franja de edad que va de los 55 a los 70 años, explica Joseba Urquiola.
A este respecto, Cristina García opina que estos viajes pueden ser tan caros y complicados como uno quiera, pero también pueden ser baratos y simples. Todo depende de cómo se haga. Un safari puede costar más de 1.000 euros por noche por persona. Pero si vas por tu cuenta, se puede hacer por menos de 50 euros.
Todo depende de la experiencia que se quiera tener. Por su parte, Jordi Vendrell recuerda que la gente pide que estos viajes sean respetuosos con el entorno y con los propios animales, y eso es mucho más caro que ir a saco, por lo que a veces Vendrell cree que es un poco contradictorio quejarse del precio.
Y es que el buen trato a los animales, el respeto por el medio ambiente, y el impacto en las comunidades locales son otros aspectos a tener en cuenta. Según cuenta Giovanna Costantini, portavoz de la fundación Faada, avistar animales en su hábitat natural es mejor que hacerlo en un zoológico, pero hay que seguir unas buenas prácticas para que no sea perjudicial, puesto que de momento hay muy pocos estudios exhaustivos sobre las consecuencias a largo plazo que este tipo de viajes tienen sobre los animales.
Por ejemplo, ahora están muy de moda las selfie y la gente se acerca demasiado a los animales para tomar fotos. Si el animal cambia su comportamiento y es por algo que has hecho, apártate y dale más espacio, aconseja García.
Los propios responsables de las agencias de viajes señalan que esto es importante. Nosotros buscamos ofrecer autenticidad en nuestros viajes, por lo que el buen trato a los animales es algo absolutamente básico y hacemos todo lo que podemos para que se cumpla, dice Vendrell. Para Urquiola, también es importante el respeto por el hábitat, ya que nos interesa que se mantengan lo más puros posible, y por tanto somos los primeros interesados en que el contacto con los animales sea lo más sostenible posible.
Desde Faada aseguran que una gestión responsable de estas actividades puede ayudar la supervivencia de algunas especies. Los principales beneficios son la protección de los hábitats, la financiación de proyectos de conservación (con tasas o cuotas de entrada a parques), y la creación de empleo para la población local. Además, pueden proporcionar una rentabilidad económica mucho mayor que el uso de esos mismos animales en otros contextos. Por ejemplo, dicen desde FAADA la observación de nidos de tortugas genera unos ingresos tres veces mayores de los que se obtienen con la venta de estos animales e implica más puestos de trabajo para muchas más personas.
Entre los inconvenientes destacan que el avistamiento de animales puede causar cambios de comportamiento y psicológicos en los animales y afectar a su hábitat, y también hay riesgos relacionados con la expansión del destino, que se convierte en más conocido y turístico.
El turismo vinculado a la naturaleza no es nuevo
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