Además de fiebre, dolor de cabeza, escalofríos y otras manifestaciones clínicas, las complicaciones en huesos y articulaciones son las más frecuentes en pacientes humanos con brucelosis: afectan a una proporción del 20 al 60% de los enfermos. Y pueden dejar secuelas de magnitud variable, incluyendo artritis de cadera y sacroileítis.
Sin embargo, durante mucho tiempo se ignoró por qué las bacterias responsables de esa zoonosis (cuya incidencia en el país podría ser hasta 25 veces superior a la notificada) son capaces de desencadenar esas lesiones.
Ahora, en un trabajo publicado en la revista Frontiers in Microbiology, los científicos informaron del mecanismo del daño asociado a la infección por Brucella.
El hallazgo podría conducir al descubrimiento de nuevos tratamientos que podrían ser co-administrados con antibióticos para mejorar la respuesta del paciente a la infección y reducir esa complicación, indicó la doctora María Victoria Delpino, investigadora del Instituto de Inmunología, Genética y Metabolismo (Inigem), con sede en el Hospital de Clínicas José de San Martín y dependiente de la Facultad de Medicina de la UBA y del Conicet (Argentina).
Los investigadores fueron clarificando en distintos estudios la acción de la bacteria sobre distintas células que participan de la formación del hueso, los osteoblastos, y aquellas que degradan la matriz envejecida, los osteoclastos.
En estudios con cultivos de laboratorio, Delpino y sus colegas constataron que el agente infeccioso induce un incremento en el número los osteoclastos e inhibe la actividad de los osteoblastos, lo cual conduce a la degradación ósea. En todo el proceso influyen mediadores del sistema inmune.
Por otro lado, la bacteria del género Brucella preserva ciertas células abundantes en las articulaciones, las sinoviales, pero para beneficio propio: al inhibir la muerte de estas células, las convierte en un lugar para su supervivencia y reproducción, indicó Delpino.
De acuerdo a los científicos, la búsqueda de agentes que interfieran con esos mecanismos podría servir como complemento de los antibióticos que hoy se usan para tratar la infección.
En esta línea de investigación también participan Guillermo Giambartolomei, Paula Arriola Benítez, Romina Scian y Ayelén Pesce Viglietti, del INIGEM, así como Carlos Fossati y Pablo Baldi, del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (Idehu), que depende del Conicet y de la UBA, y Jorge Wallach, del Servicio de Brucelosis del Hospital Muñiz, en Buenos Aires. (Fuente: Agencia Cyta-Instituto Leloir/Dicyt).
Identifican por qué la brucelosis afecta a huesos y articulaciones
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