Este 16 de agosto es el 154 aniversario de la Guerra Restauradora. Es justo describir las características y la forma pintoresca de pelear de los dominicanos y de los españoles (también valientes y diestros en el combate) y el tipo de armas que usaba uno y otro.
Los restauradores eran voluntarios que abandonaban sus conucos y familias para luchar por la República. Cuando marchaban hacia las batallas, los jefes los animaban así: “Ni un paso atrás, a morir por la Patria”, y luego sentenciaban: “Y eso sí, el que sea prieto que hable claro…” Era el ritual.
Entonces, los dominicanos entraban en combate con una feroz arenga: ¡“Viva la República”! El grito de guerra de los españoles fue: ¡“Viva la Reina”! Los revolucionarios trataban de restablecer la República que fue convertida en una colonia de España, bajo el reinado de Isabel II. Santo Domingo pasó a ser dependencia española, como lo era Cuba y Puerto Rico.
Al ser España una potencia militar, sus tropas estaban bien armadas, con uniformes, zapatos, gorras, corbatas. Superaban en armas, número y logística a las dominicanas, azoladas por una pobreza paupérrima.
Los restauradores luchaban descalzos, sin camisa y su arma más común fue el machete; algunos llevaban lanzas y viejos rifles. Montaban a caballo al pelo, en contraste con la temida caballería española que tenía silla de montar y todos los ajuares para la guerra.
El otrora director del Archivo General de la Nación (AGN), Emilio Rodríguez Demorizi, recopiló la descripción que hace Pedro Francisco Bonó del cantón de Bermejo, Monte Plata, establecido por Gregorio Luperón y que venció al caudillo anexionista Pedro Santana. “No había casi nadie vestido: Harapos eran los vestidos; el tambor de la Comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimenta. Daba gusto verlo redoblar con su túnica. El corneta estaba desnudo de la cintura para arriba. Todos estaban descalzos y las piernas desnudas”, relataba Bonó, ministro de Guerra del Gobierno Restaurador de Santiago. Demorizi escribió la obra “Papeles de Pedro F. Bonó”, 1964.
El expresidente de la Academia de la Historia, Bernardo Vega, describe a las milicias dominicanas como “andrajosas, con un macuto donde guardaban su tasajo, pólvora y municiones, cargando un viejo mosquetón, con un terrible y eficaz machete al cinto”. Pero aclara que “su pobre indumentaria no los hace menos héroes y valientes”. Derrotaron a un ejército profesional utilizando la táctica de guerra de guerrillas.