Cómo contribuir a unos buenos hábitos alimentarios en los adolescentes

La adolescencia es una época de importantes cambios fisiológicos, en la que las necesidades nutricionales se ven incrementadas. Pero también es una etapa en la que se adquieren gustos y aversiones alimentarias que pueden ser perjudiciales. Por ello, ayudar a que el adolescente adopte unos hábitos alimentarios saludables y vigilar que no sufra ningún trastorno nutricional, es vital para favorecer un adecuado desarrollo y, en definitiva, lograr una vida adulta más saludable

La adolescencia se caracteriza por ser un período de madurez sexual, funcional y psicológica. Se inicia aproximadamente a los 12 años en las niñas y a los 14 años en los niños. Fruto de la aceleración del crecimiento, las necesidades nutritivas de los adolescentes también se ven incrementadas.

Por ello, es propio de esta etapa la adquisición de nuevos comportamientos, aunque “a menudo contrapuestos a los del adulto como forma de expresión a su identidad por parte de los adolescentes”, sostiene Laura González, responsable de Salud y Nutrición de Nestlé y colaboradora de “El Bisturí“.

Se trata de un período muy influenciable en el que “se pueden adquirir gustos y aversiones alimentarias que perdurarán en la edad adulta”, añade.

Nutrientes indispensables

En esta edad cobra especial importancia el aporte energético (que debe ser superior al del adulto y contener nutrientes como, por ejemplo, proteínas, vitaminas, minerales, especialmente calcio, hierro y zinc).

Las proteínas: Su función final es sintetizar nuevos tejidos y estructuras del organismo.

Las vitaminas: Intervienen en los procesos metabólicos muy activos durante la adolescencia.

Los minerales: Cruciales en el funcionamiento correcto de los sistemas enzimáticos; a destacar las necesidades incrementadas de hierro (especialmente en las chicas, debido a las pérdidas en la menstruación).

El hierro: Alimentos ricos en este nutriente son las carnes rojas, el hígado o embutidos como la morcilla o butifarra negra. Se pueden consumir una vez a la semana. Las legumbres son alimentos también ricos en hierro pero de menor biodisponibilidad. Si los consumimos con alimentos ricos en vitamina C, como por ejemplo las frutas cítricas, se favorece su absorción.

El calcio: En la adolescencia sus necesidades se incrementan y son más altas que las del adulto debido al desarrollo del esqueleto. En el adolescente son necesarios unos 1.200 miligramos (mientras que en el adulto serían unos 800 mg). El pico de masa ósea se adquiere entre los 25 y los 35 años, por ello, es importante asegurar el correcto aporte de calcio en la adolescencia. El déficit de este mineral puede conducir a la aparición de osteoporosis en edades avanzadas. “Debemos recordar que la leche y los derivados lácteos son las mejores fuentes de calcio de nuestra dieta”, indica González.

El zinc: Un mineral básico para el crecimiento. Contribuye al desarrollo sexual y al mantenimiento de los tejidos. Se puede encontrar en alimentos de origen vegetal o en las semillas de los vegetales.

Problemas nutricionales más frecuentes

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La adolescencia es una etapa de rebeldía en la que se suele abandonar el consumo de algunos alimentos, al tiempo que se aumenta la ingesta de otros como bollería, snacks, comidas rápidas, bebidas azucaradas e incluso alcohólicas, que contienen ‘calorías vacías’ o son de bajo valor nutritivo.

“Los hábitos alimentarios de los adolescentes se caracterizan por una tendencia a la irregularidad de horarios, se saltan comidas -especialmente el desayuno-, y también tienden a realizar comidas fuera de casa principalmente en restaurantes de comida rápida, lo que puede desequilibrar la alimentación diaria”, comenta la nutricionista.

La imagen corporal cobra especial importancia en la adolescencia, siendo los más jóvenes muy sensibles a la publicidad, “un hecho que puede llegar a condicionar sus hábitos alimentarios”, matiza.

La nutricionista alerta: “la prevalencia de sobrepreso y obesidad en niños y adolescentes ha aumentado de forma espectacular. Hemos pasado del 4 % en 1975 a más del 18 % en 2016”.

Y es que, según la última Encuesta Nacional de alimentación en la población infantil y adolescente, la calidad de la dieta de los adolescentes españoles “es muy mejorable”: Se caracteriza por un bajo consumo de cereales, frutas y verduras, y por un elevado consumo de alimentos ricos en sal, grasas saturadas y azúcar.

A partir de estos resultados, las autoridades han puesto en marcha el Plan de Colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas, así como otras medidas del 2017 al 2020.

Acciones para mejorar su salud

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Es necesario mantener hábitos saludables en casa, comprar y tener a su disposición solo aquellos alimentos que queramos que coman y, en definitiva, “predicar con el ejemplo”:

Ten a su disposición comida simple y atractiva, desde frutas y verduras ya cortadas, hasta batidos, barritas integrales, sopas y sándwiches.

Anímales a que hagan cada comida a su tiempo: Si se saltan alguna comida, la tendencia es que cuando tengan hambre piquen entre horas y no siempre esta comida sea sana.

El desayuno es fundamental para empezar bien el día. Haz que le dediquen tiempo y, si es posible, que sea un momento para reuniros en la mesa. “Cuantas más comidas se hagan en familia, muchísimo mejor porque favorecemos el diálogo que tanto necesitan los adolescentes”, afirma Laura González.

No olvidar el ejercicio físico diario; estar en forma es importante para la salud.

Un aspecto poco considerado en la salud del adolescente es el sueño. Los adolescentes necesitan entre ocho horas de sueño cada noche para poder tener la energía necesaria para las actividades diarias. “Es importante que no vayan a la cama muy tarde y evitar la televisión y el ordenador justo antes de ir a dormir, ya que estas actividades estimulan el cerebro y dificultan el sueño”, subraya.

Adolescentes y trastornos de la conducta alimentaria

A la vez que crecen sus necesidades nutricionales, los adolescentes se enfrentan también a retos emocionales que pueden provocar que coman más de lo que necesitan, se salten comidas o hagan dieta. Por ello, es importante vigilar cualquier patrón de alimentación que no sea saludable.

Si bien la obesidad es consecuencia de una conducta alimentaria poco saludable, la obsesión por conseguir una esbeltez irracional es también patológica.

Los trastornos de la conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia nerviosa son enfermedades psiquiátricas complejas que afectan principalmente a adolescentes y mujeres jóvenes.

Estos trastornos comparten síntomas comunes como la preocupación excesiva por la comida, el peso, la figura corporal y el uso de medidas no saludables para controlar o reducir el peso corporal.

En la mayoría de casos, indica la nutricionista, “estos adolescentes tienen un buen rendimiento escolar, ligado a actitudes de autoexigencia y de perfeccionismo”.

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