En esta etapa final cumpliéndose la ley natural del caminar, disfrutarnos, tener todo el tiempo para meditar, recordar y también aprendiendo mucho. Es de gran provecho la quietud y al estar solo hablo lo menos posible con el que llegue y más lo escucho y luego lo más posible con migo mismo.
Palabras y sonrisas de dulzura acariciante cuando el que vive los viernes a almorzar conmigo, mi adorado primer nieto José Miguel, cuya profesión fue la que mis sueños acariciaron, abogado. “pa vine a abrazarte” almorzando vino la infinita alegría de una apropiada conversación, que al despedirse ciento que me deja gran parte de su alegre juventud. Medito y convencido que ya ningún asunto me llama, que soy yo que voy tras ellos. Y me entretienen, las fieles cariñosas neuronas me entregan momentos felices en atardeceres por distintos mares.
También veo que abundan ricos, súper millonarios si medida, pero asustados, inseguros, yo estoy en la mejor riqueza, la del alma viejuca que se acomoda con su razón en lo correcto. La GRAN PAZ ¡Oh Dios que inquietas neuronas! Me recitan entre versos que no recuerdan cuando lo aprendí. “El moral que menos necesita es el que menos deseas. Posee cuanto quiere aquel que sabe querer lo que precisa”.
Yo no resisto y debo decirle, tanto leí de Cicerón, que no se aleja y desde que estoy meditando se interpone y como maestro lo escribo “La amistad comienza donde termina o cuando concluye el interés”.
Este es el primer precepto de la amistad, piden a los amigos solo los honesto hacer por ellos, Cicerón se despide, tiene cita con un maestro Mucio Scaevola. A lo mejor nos cuenta de su sabio maestro y yo los entregase a ustedes amables lectores.
Consérvese bueno.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana