En plena era de Trujillo, estando el profesor Juan Bosch en el exilio, realizó el 14 de julio de 1943 una visita a La Habana, Cuba, y aprovechando que se encontraban allí los intelectuales dominicanos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui Cabral y Ramón Marrero Aristy, les envió una carta en la cual se refería a los ataques que éstos habían lanzado contra Haití, donde les manifestaba lo siguiente: “ustedes están confundidos, dejándose desviar el juicio por aquellos que en la República de Haití y la República Dominicana utilizan a ambos pueblos para sus ventajas personales”. Agregaba además que “en la clase dominante de los dos pueblos hay un choque de intereses, pues ambos quieren para sí la mayor riqueza”, y puntualizaba, refiriéndose a ambos Presidentes, “que tanto Trujillo como Lescot, utilizan al pueblo como tropas de choque”, y que “ambos mandatarios engañan a su pueblo con un nacionalismo intransigente que no es amor a su propia tierra, sino odio a la extraña, y apetencia del poder total”.
En esta carta, Bosch advertía a los intelectuales ya mencionados que, si lo más puro y mejor de la intelectualidad nuestra, que ha aprendido a distinguir la verdad en el fango de la mentira, se dejaba embaucar, y acaban enamorándose de esas mentiras, acabaremos olvidando que el deber de los más cultos no sería ponerse al servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano.
En su extensa exposición, Bosch emitió juicios basados en la protección de la gente humilde de los dos países, criticando las dictaduras de República Dominicana y de Haití. En relación a este tema cito textualmente el siguiente párrafo: “Ese sentimiento de indignación viril que los anima ahora respecto a Haití, volvámoslo con el que esclaviza y explota a los dominicanos, contra el que, con la presión de su poder casi total, cambia los sentimientos de todos los dominicanos, los mejores sentimientos nuestros, forzándonos a abandonar el don de la amistad, el de la discreción, el de la correcta valoración de todo lo que alienta al mundo”.
Veinte años después, en el libro “Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana,” escrito por él mismo en el año 1964, durante su exilio en Puerto Rico, posterior a su derrocamiento, llegó a decir que la presencia de Haití en la parte occidental de la isla Española, equivalió a una amputación del porvenir dominicano, y parece que el tiempo le ha dado la razón.
Bosch expuso que la existencia del pueblo dominicano fue el resultado de la expansión española hacia el oeste; y la de Haití, fue el resultado de las luchas de Francia, Inglaterra y Holanda contra el imperio español. De manera que al cabo de los años somos un pueblo amputado a causa de las rivalidades europeas. Donde especifica que nuestra amputación no se refiere al punto concreto de que una parte de la tierra que fue nuestra sea ahora solar de otro pueblo, es algo más sutil, más profundo, que afecta de manera consciente o inconsciente toda la vida nacional dominicana.
Sin embargo, cuando Juan Bosch fue electo como presidente de la República Dominicana en diciembre de 1962, su pensamiento respecto a Haití cambió notablemente en relación a cómo la ponderaba en 1943, sobre todo al ver el estilo ladino y malagradecido de la clase gobernante del lado Oeste de la isla, por lo que la relación de Bosch con la dictadura de Duvalier, fue intensa.
Como él había vivido en Cuba, Venezuela y Costa Rica, conocía la máxima de “la no injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos”, pero con una perspectiva circunstancial si se refería a gobiernos dictatoriales. Bosch fue testigo de proyectos armados organizados por dominicanos y aliados extranjeros, como fueron la fallida expedición armada de Cayo Confites, Cuba (1947), la guerra de Costa Rica (1948) y el desembarco de los expedicionarios de Luperón (1949).
Recordemos que la relación entre ambos países llegó a un momento de gran tirantez cuando Bosch acusó a Duvalier de intentar asesinarlo utilizando a un ex espía haitiano del servicio de inteligencia militar (SIM) llamado Michel Brady, el cual fue luego nombrado como encargado de negocios de su embajada en República Dominicana, nombramiento que inmediatamente fue rechazado por el gobierno dominicano.
No puedo dejar de mencionar el asesinato en enero de 1963 del cónsul dominicano en Los Cayos, Gerardo Blanco, quien fue encontrado degollado en el jardín de su residencia, aunque otro hecho histórico más trascendente, que describe las características de la relación del gobierno de Bosch con Haití, ocurrió el 27 de abril de 1963, cuando tropas haitianas armadas irrumpieron en nuestra embajada en Puerto Príncipe, buscando al ex teniente del Ejército haitiano FranÁois Benoit -acusado erróneamente de intentar secuestrar los hijos de Duvalier-, cuya violación a la dignidad dominicana casi degenera en un conflicto armado entre ambos países.
Bajo estas circunstancias, el gobierno dominicano dio un ultimátum de 24 horas al gobierno haitiano para que abandonara las hostilidades y se acogiera al derecho internacional, acción que fue apoyada por la Organización de Estados Americanos (OEA) en sesión urgente que tuvo efecto en Washington D.C., cuando las Fuerzas Armadas estaban desplegadas en la frontera.
Después de su derrocamiento, Bosch manifestó que su idea era amedrentar a Duvalier, jamás iniciar una guerra contra Haití. En principio el mando militar lo apoyó, pero luego se excusó bajo el argumento de que los vehículos de transporte de las tropas no tenían repuestos suficientes.
Otro incidente hostil lo constituyó la presencia del ex jefe del Ejército haitiano, general León Cantave, quien a la cabeza de exiliados haitianos organizó una invasión desde territorio dominicano, con sus campamentos de entrenamiento en Sierra Prieta, Villa Mella, bajo la supervisión, según reportes de la época, del coronel del Ejército dominicano, Luis Ney Garrido, situación que irritó aún más al dictador Duvalier.
Aunque no hay versiones claras sobre si el presidente Bosch tenía o no conocimiento de la existencia de los mismos, éste dijo posteriormente que al enterarse ordenó al ministro de las Fuerzas Armadas, mayor general Jaime Viñas Román, que se cerraran de inmediato.
Bajo este contexto, es importante destacar que en esa etapa, la manera como los jefes militares dominicanos aplicaban la subordinación al poder civil, después de 31 años obedeciendo la imagen del quepis y el sable, se caracterizaba por las frecuentes manifestaciones de duda y vacilación, quedando claro que la subordinación real al poder civil se inició a partir de 1966, cuando asumió el poder, sin las botas de Trujillo, el doctor Joaquín Balaguer.
El corto mandato de Bosch de siete meses fue afectado tanto por los desacuerdos con la clase trabajadora, la cizaña y los agitadores políticos que le acusaban de ser débil con los comunistas, el recelo de la oligarquía, así como por la desconfianza de unas Fuerzas Armadas que venían de la dictadura, cargando estas instituciones con el lastre histórico de ese fatídico golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.
Finalmente, me atrevo a afirmar que la política exterior del gobierno de Bosch respecto a Haití no varió en nada la estructura ortodoxa creada en la era de Trujillo. El hecho de que sus cancilleres provinieran de la oligarquía (Andrés Freites Barreras y Héctor García Godoy) y que los funcionarios diplomáticos locales eran los mismos de cuando la dictadura, refuerzan esa teoría.
Después del golpe del 25 de septiembre, la estrategia dominicana, bajo el vaivén de los mares tormentosos de la Guerra Fría, se alojó en el paraguas norteamericano, basada en unas relaciones diplomáticas cordiales con Haití, en razón de que los poderosos vecinos del Norte, y por ende el gobierno dominicano de entonces, preferían un dictador en el Oeste de La Española a otra Cuba en el Caribe.