A diferencia de otros seres vivos, que mienten por supervivencia, los humanos lo hacen con conciencia. El médico psiquiatra José A. Posada Villa explica por qué mentir es nocivo en los adultos pero no tan malo en los niños.
En el contexto evolutivo, los seres vivos que utilizan el engaño no pretenden mentir. Simplemente lo hacen y su comportamiento se relaciona con la supervivencia. Sin embargo, en la especie humana, mentir es una habilidad social importante que vale la pena comprender.
No es fácil mentir. Se requiere tener conciencia de la verdad y reprimirla, inventar un cuento creíble, evaluar las reacciones del interlocutor, adaptar el cuento si es necesario y tomar la decisión ética de transgredir una norma social. Estas acciones son controladas en la parte frontal del cerebro, que realiza procesos de planificación y regulación de las emociones y el comportamiento.
Estas son las características de un mentiroso: manipulador, buen actor, expresivo, atractivo, adaptable, espontáneo, convincente, capaz de manejar la culpa y el miedo, fingir el afecto opuesto, jugar con las palabras, dar respuestas no verificables, ocultar información, decir lo menos posible en respuesta a preguntas puntuales, inteligencia, buena memoria, adherencia a la verdad en lo que conviene y capacidad de detectar cuando sospechan de él.
La mentira tiene un espectro muy amplio, pues incluye la dimensión de lo falso desde la adaptación social hasta las patologías mentales. Los profesionales de salud mental ven la mentira como algo patológico cuando es tan persistente como para afectar de manera negativa la vida del mentiroso o la de aquellos a los que se miente.
Las investigaciones sugieren que las formas más extremas de mentira se asocian con un patrón neurológico específico: un déficit de memoria menor combinado con deterioro en los lóbulos frontales del cerebro, que evalúan la información de manera crítica. En tales casos, la persona sufre de la incapacidad de evaluar la exactitud de lo que dice y por lo tanto puede decir mentiras como si fueran verdades.
Pero también pueden surgir por problemas psiquiátricos. Se describen en general cinco variedades de mentiras que son comunes en quienes padecen trastornos de personalidad.
Las mentiras manipuladoras son comunes en la personalidad antisocial. Como los sociópatas no sienten remordimiento ni empatía por sus víctimas, son capaces de decir las mentiras más frías.
Las mentiras melodramáticas, que quieren llamar la atención, son comunes en la personalidad histriónica.
Las mentiras grandiosas son características de la personalidad narcisista, por la profunda necesidad de ganar la aprobación constante de los demás e impulsa a presentarse a sí mismo de la manera más favorable.
Las mentiras evasivas son típicas de la personalidad limítrofe, que con sus estados de ánimo caóticos y acciones impulsivas, constantemente se meten en problemas. Estas mentiras buscan evitar la culpa o transferir la responsabilidad de sus problemas a los demás.
La persona compulsiva, que generalmente es escrupulosamente honesta, miente ante aspectos de su vida que pueden producir vergüenza.
Sin embargo diferentes investigaciones reportan que la mentira juega un papel positivo en el desarrollo mental de los niños. Curiosamente, la capacidad de mentir es un resultado natural del desarrollo de un niño. Para aprender a mentir, se debe desarrollar dos habilidades cognitivas importantes. Una es la capacidad de reconocer y comprender las normas sociales y lo que sucede cuando se transgreden, y la otra es la capacidad de imaginar lo que otra persona está pensando o sintiendo. Esto ocurre generalmente a los tres o cuatro años y la habilidad mejora con la edad. Las personas entre 18 y 29 años lo hacen mejor, pero la destreza declina después de los 45 años.
Los niños tienen que hacer frente a un mundo de adultos que a veces no entienden. A menudo se equivocan y esto puede significar que sean castigados o avergonzados. Cuando el niño descubre que los adultos no lo saben todo, aprenden a mentir. A pesar de la preocupación de los padres, se ve el surgimiento de esta conducta en los niños pequeños como una señal tranquilizadora de que su crecimiento cognitivo va por buen camino.
Al menos la mitad de los niños de 3 años y el 80% o más de los niños de 4 años en adelante niegan sus pilatunas. Mienten para evitar críticas o castigos, llamar la atención, conseguir algo o cumplir con expectativas, y ocurre con mayor frecuencia cuando están probando su independencia. La mayoría de las mentiras que dicen tienen pocas consecuencias aparte de apoyar la frágil confianza en sí mismos. Sin embargo, en solo alrededor del 3 por ciento de los niños, la mentira es tan constante como para ser un problema grave.
Es interesante observar que las investigaciones han demostrado que los niños que presentan este tipo de mentiras tienen mejores habilidades para controlar los impulsos y permanecer enfocados en sus tareas, así como una mayor capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otras personas. Por ejemplo, los niños y jóvenes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad y con trastornos del espectro autista, tienen más dificultad para mentir.
Que se puede hacer:
– La base es una relación de confianza.
– Observar que hay detrás de la mentira. ¿Se quiere llamar la atención, evitar la crítica o la vergüenza, una imaginación muy fecunda o alguna otra cosa?
– Es bueno evitarle a la persona situaciones en las que pueda querer mentir.
– Enfatizar la importancia de la sinceridad y la confianza.
– Dar ejemplo de sinceridad.
– Si las mentiras se han vuelto habituales y en especial si van acompañadas de comportamientos como robar, dañar las cosas de otros, lastimar a los animales o a las personas, es bueno buscar ayuda profesional.