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Un método polémico pero exitoso contra la bulimia y la anorexia

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‘Un tratamiento simple para desórdenes de alimentación del que nadie habla’. Con este sugerente título, Emily T. Troscianko –investigadora con un doctorado en Literatura en la Universidad de Oxford, Inglaterra– llamó la atención internacional, a través de una columna reciente en la revista Psychology Today, sobre el método Mandometer, conocido coloquialmente como método Mando, que trabaja con las porciones y la saciedad.

Con otros sistemas, apunta Emily, la tasa de recaída es de un 30 por ciento, mientras que con el método Mando baja a 10 por ciento. Por otro lado, la desaparición completa de los síntomas, que tiene una tasa habitual del 45 por ciento, alcanza el 75 por ciento.

Todo indica que se sabrá más y más del método Mando, que debe su nombre a la expresión en latín “yo como”. Este tratamiento para trastornos de la ingesta, que nació en Suecia hace más de 20 años, está haciendo noticia por estos días en ese país: sus creadores, los doctores Cecilia Bergh, doctorada en Bulimia, y Per Södersten, profesor de Neuroendocrinología con estudios de posgrado en la Universidad de Stanford, acaban de recibir la Royal Patriotic Society Medal, que otorga la corona sueca, por sus años de investigación en torno a las conductas alimentarias en el Instituto Karolinska, el más importante centro de investigación en Suecia.

Además, la clínica Mando ganó la licitación ofrecida por el Consejo de Estocolmo –la unidad de gobierno local– para hacerse cargo del tratamiento de trastornos de ingesta en la ciudad, desde anorexia nerviosa y bulimia hasta obesidad.

Así surgió el método

Al teléfono desde sus oficinas en Estocolmo, Cecilia Bergh cuenta que el método nació de manera espontánea y luego fue perfeccionándose. “Una noche de octubre de 1993, llegó a la urgencia del Hospital Karolinska una paciente de 17 años que pesaba 29 kilos. El médico de turno sabía que yo estaba investigando en torno a los desórdenes de alimentación y me pidió ayuda. Durante 9 meses, esta paciente estuvo en mi cabeza, no podía entender cómo algo tan simple como comer podía ir tan mal en una mujer tan inteligente. Inicialmente, comía apenas 3 a 4 cucharaditas de té de comida al día”, recuerda.

La doctora se propuso reeducarla con lo que entonces era solo un prototipo: el Mandometer, aparato que permitía evaluar la frecuencia con la que la paciente se alimentaba y la cantidad de comida ingerida, a través de la medición de los cambios de peso en el plato. Además, medía la saciedad con preguntas a la paciente en intervalos regulares y permitía comparar su velocidad de alimentación y sensaciones de saciedad con las de individuos normales.

Hoy, el Mandometer se ha modernizado y es el eje del tratamiento. Se trata de una balanza que registra los cambios de peso en cada plato y se comunica con teléfonos inteligentes a través de Bluetooth. Con la información, el sistema genera un gráfico que compara la velocidad normal de alimentación con la esperada para ese tipo de comida. Pregunta también por la sensación de saciedad y muestra un cuadro comparativo.

En general, las personas con anorexia comen muy lento y muy poco, pero no siempre tienen consciencia de ello. Las obesas, por el contrario, usualmente comen tan rápido que no se alcanzan a dar cuenta de la cantidad de alimento que consumen. Con el Mandometer, explica Bergh, estos procesos se van haciendo más conscientes y explícitos, mientras el paciente está hospitalizado. Así se van normalizando los hábitos.

Paralelamente, la doctora Cecilia Bergh se dedicó a acompañar a la paciente, como una suerte de coach. Trabajó con ella temas como la autoestima, la seguridad en sí misma, las metas personales. Pero no todo avanzaba según lo esperado.

Entonces, la doctora le pidió ayuda al profesor Per Södersten, su colaborador en el Instituto Karolinska. “Él me recomendó que la abrigara (…). Después de cada comida –en ese momento eran 6 al día, pequeñas–, la hice descansar ahí a una temperatura de 35 a 40 grados Celsius. Esto ayudó a que se quedara dormida, en vez de salir a correr”, cuenta.

Con el tiempo, la paciente no necesitó quemar calorías para mantener su temperatura corporal, lo que le permitió recuperar su peso. Se recuperó a los 9 meses y, 24 años más tarde, aún está sana. Hoy es una respetada abogada en la Unión Europea.

Luego de esta experiencia, los doctores fundaron, en el año 2000, su propia clínica.

Los pacientes con anorexia nerviosa o bulimia se internan y recurren a la terapia térmica, mientras que los que tienen obesidad –que cada vez son más– se controlan de manera ambulatoria y no se apoyan en el calor, ya que en su caso se necesita aumentar la actividad física y el gasto calórico, a menos que pierdan tanto peso y de manera tan rápida que puedan comenzar a darse algunos síntomas anoréxicos.

En ambos casos los pacientes utilizan el Mandometer, primero en la clínica y luego en sus casas, hasta que aprenden a regularse solos. No se hacen recomendaciones dietéticas especiales: la comida que se come es casera y lo más variada posible, con permiso para dos pasabocas al día. Y el programa de seguimiento, con 11 citaciones, dura 5 años.

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