Derrocado el Triunvirato con la Revolución de Abril de 1965, se instalaron dos gobiernos simultáneos: el Constitucionalista, presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó y el de Reconstrucción Nacional, presidido por el general vitalicio Antonio Imbert Barrera.
Después de varios días de escaramuzas y enfrentamientos bélicos entre militares constitucionalistas y los de las llamadas fuerzas regulares, el 28 de abril de 1965 se inició la “Operación Power Pack”, nombre que se dio a la segunda intervención militar estadounidense a la República Dominicana, siendo posteriormente acordado, para producir la salida de las tropas interventoras, el establecimiento de un gobierno provisional presidido por Héctor García Godoy, con el propósito de pacificar el país y organizar elecciones libres.
El veinticinco de diciembre de 1965 el presidente provisional García Godoy recibió un memorándum confidencial del consulado dominicano en Miami, Florida, USA, informando que exiliados haitianos estaban organizando una invasión para Haití, entre el 24 y 31 de diciembre de ese año, para derrocar a Duvalier. Según el reporte, la misma estaba encabezaba por el padre Jean Baptiste George, con el apoyo de políticos haitianos de tendencia izquierdista, como era el caso de Daniel Fignole, ex presidente de Haití, Pierre y Robert Rigaud.
Dicha invasión desembarcó en la costa sudeste de Haití, internándose los guerrilleros en Mont La Selle, sierra de Bahoruco en territorio haitiano, pero los mismos fueron rodeados durante varias semanas por fuerzas militares y las fuerzas represivas del gobierno llamadas Ton Ton Macoutes, haciéndolos replegarse hacia la frontera dominico haitiana, finalizando así las incursiones armadas hacia Haití desde territorio dominicano.
Al llegar el Dr. Joaquín Balaguer al poder en 1966, se establecieron acuerdos de seguridad entre ambos países, para evitar que el suelo de uno fuera utilizado como plataforma de entrenamiento y de raid para invadir al otro.
Las relaciones diplomáticas con Haití en los llamados doce años de Balaguer (1966-1978), a pesar de la política hispánica y cristiana de Balaguer, estuvieron siempre matizadas por el pragmatismo, tanto con FranÁois Duvalier (Papa Doc), quien falleció en el 1971, como con su sucesor, su hijo Jean Claude Duvalier (Baby Doc).
En ese periodo, Balaguer navegaba por diferentes razones al vaivén de los vientos norteamericanos, nación que en esos tiempos beneficiaba nuestro país con la cuota azucarera más alta de la región, que aprovechando esa coyuntura favorable, el gobierno autorizó incrementar la cantidad de braceros haitianos que ingresaba al país para laborar en los campos cañeros, pero sin un marco regulador que pusiera linderos a tiempo.
El 4 de mayo de 1966, el presidente Balaguer recibió una información que aludía al ingreso de manera clandestina del esbirro Johnny Abbes García, ex jefe del nefasto servicio de inteligencia militar trujillista, conocido por sus temibles siglas de SIM, a territorio haitiano. Esta información fue confirmada varios meses después por el embajador dominicano Manuel E. Guerrero Pou, precisando que Abbes se exhibía de forma desafiante con los asesinos Ciriaco de la Rosa, Cruz Valerio y Pérez Terrero, condenados por los tribunales dominicanos por matar a las hermanas Mirabal. El 11 de noviembre de ese año, el canciller dominicano le informó al presidente Balaguer que Abbes tenía planes de eliminarlo, como venganza por expulsarlo del país, razón por la cual se elevó una nota de protesta ante el gobierno haitiano, por permitir que Abbes desde Haití intentara ese hecho.
Un mes antes, el 4 de octubre de 1966, Balaguer había denunciado una conspiración de exiliados haitianos y cubanos en República Dominicana, para subvertir el orden en Haití, amenazando con expulsar del país a los conspiradores, a pesar de que Haití era un refugio de conspiradores contra su gobierno. Esa advertencia presidencial desactivó cualquier intento de conspirar contra Duvalier desde territorio dominicano.
El 26 de marzo del año 1967, Balaguer creó el Consejo Nacional de Fronteras (CNF), entidad que rápidamente se convirtió en una herramienta importante en los primeros años de su primer gobierno, la cual tenía entre sus funciones el velar por la integridad de nuestro territorio y la conservación de nuestra cultura, acordando recomendar todas las medidas que sean pertinentes y los programas que sean factibles para la consecución de los altos fines para los cuales fue creado, reafirmando que frontera no es sólo el trazado físico sobre el terreno, ni la frontera jurídica, sino los elementos culturales, educativos, espirituales y defensa militar que contribuyan a fortalecer la eficiencia en las políticas públicas y la defensa nacional.
Ese mismo año, en la reunión de presidentes en Punta del Este, Uruguay, Balaguer expresó que República Dominicana y Haití tenían la necesidad de tecnificar la agricultura para alimentar sus poblaciones subalimentadas y conjurar el grave peligro de una explosión demográfica de enormes proporciones hacia República Dominicana.
Por eso, en el mismo año de su creación y dentro de sus primeras iniciativas, el CNF le solicitó a la Dirección General de Migración las estadísticas sobre la cantidad de haitianos que había en el país, informando esta entidad en oficio fechado 24 de mayo de 1968, que se encontraban en el país 24,086 nacionales haitianos residentes de forma legal y un total de 13,254 braceros, ignorando la cantidad de ilegales. Ya en ese entonces, como siempre ha ocurrido, Haití abogaba por el respeto de los derechos humanos de sus nacionales, pero no hacía nada para evitar la inmigración ilegal hacia República Dominicana.
Siguiendo los lineamientos de su política con relación al vecino país, el 27 de febrero de 1968, en un discurso ante el Congreso Nacional que se convirtió en una apología de las relaciones con Haití, Balaguer ordenó el cierre de la frontera terrestre, para evitar el contrabando e impedir el tráfico de personas y mercancías entre los dos países, medidas estas que influyeron en la negativa de Duvalier de consentir la contratación de braceros.
Con relación a estas acciones y decisiones de su gobierno, Balaguer aseveró que la intención fue siempre defender el interés de la República, contra vientos, mareas e intereses pasajeros.
Siendo coherente con sus planteamientos, el 7 de julio de 1968, atendiendo a una invitación del cuerpo diplomático acreditado en el país, aprovechó ese escenario para abogar por más ayuda para Haití, fortalecer el comercio y crear estrategias para la solución de nuestros problemas comunes.
Entre fricciones diplomáticas, incidentes fronterizos y encendidos discursos en defensa de la soberanía, fue transcurriendo hasta el año de 1977, que con la supuesta compra de aviones de combate y tanques de guerra por parte de Haití, logró esparcir el rumor de una agresión militar a nuestro país.
Ante esta delicada situación, la reacción del presidente Balaguer, en su discurso del 27 de febrero de ese año, fue conciliador y con la expresa intención de restar crédito a ese rumor, por entender que la misma era impropia de la época y de la amistad que reinaba entre los dos pueblos.
Al parecer, Balaguer entendía que era imperativo mantener el respeto recíproco y la no injerencia de ninguno de los dos gobiernos en los asuntos domésticos del otro, condenados por su propia existencia a vivir en una misma isla, inmersos en sus tradiciones y conscientes de su fatalidad geográfica.
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