El último periodo de la vida humana nos entrega la maravilla de la eficiencia de haber caído, levantado, reí, llorar, amar y ser respondido. Hemos recibido lo que hemos entregado. Nada de quejos, si múltiples alegrías. Nos hemos conocido, si no sabemos lo que somos, hemos crecido y vivido de forma natural, sin cultura. No comprendo cómo los hombres tratando de convencerse sean tan mal administradores de su propia vida. Debemos ver la pasantía en esta tierra no importando lo que hayamos durado, si no lo bien que hemos elevado y terminado.
Hemos vivido de todo un poco, sabemos que las neuronas saben guardar y desechan. En si actúan como el aparato digestivo, acumula lo útil y expide lo que no sirve.
No he sabido quien es o fue Juliana Norwich, ella me interesa por su expresión. La paz y el amor están siempre presentes entre nosotros, viviendo y realizando su labor. Pero lamentablemente somos nosotros los que no siempre perseveramos en la paz y en el amor.
Nací y crecí en mi Macorís del mar viendo los cangrejos moverse de lado, no los entendía. Hoy los admiro iban avanzando. Así son las ansias de vivir anhelando ser amigo para los otros. Puedo asegurar que es alimento interior olvidar los amigos de la alegría y conservar los delos sufrimientos.
Durante el servicio naval nos sentíamos, disfrutábamos la felicidad con el deber cumplido, nos mantenía en libertad.
El año que estuve en el colegio de Guerra naval (1966-1967) Navina de los EE.UU, plena guerra fría, estado de tensión entre Rusia y EE.UU. comprendí que el universo no es fraterno, se perdió el sermón de la montaña y vivimos bajo la amenaza de repetir Hiroshima y Nagasaki. Se perdió la inteligencia…
Muy meditabundo en el retrato de la circunstancias que nos quitan la paz, aunque mezclan aceptación y amor. Dios observa al hombre y entrega su amor a sus hijos. Pero sus hijos no viven como hermanos.
Nuestro invitado de hoy Abate Galiani. “La imprudencia de la edad es algo que la juventud no entiende”.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana