La senectud la disfruto en el sentimiento de alegría originado generalmente por la vida satisfacción del amor que nos rodea. Vivir bañado en alegría es protección física, fortalece el sistema inmunológico del cuerpo, sin duda en rechazo a enfermedades. La emoción causa efectos en ciertos órganos, hormonas y en la química del torrente sanguíneo, vital en nuestro organismo. Siendo joven, bien recuerdo un señor de apellido Aybon murió de la emisión de ver su gallo ganar. Hace meses un gran amigo murió de un infarto debido a una incomodidad.
No se leja de nuestro diario respirar lo vivido en la escuela de Evangelización Jean Pablo II. Nos transformó, me siento un ser humano nuevo, mucho he aprendido y los hábitos se han fortalecido, bendecidos por la firme, constante fe. Cuando voy al supermercado, farmacia, me despido en voz alta «Dios lo bendiga, o en el silencio del corazón. Dios nos dice». «Retribuyan con bendiciones, porque ustedes están llamados a heredar una bendición».
La televisión nos muestra cómo va el terrorismo, la violencia de persona a persona, el hombre, asesinato, corrupción. La riqueza industriales, políticas, deportistas, artistas, médicos sin el conocimiento considerado de sí mismo, con indiferencia del sujeto, conscientes, que nos puede llevar todo esto al dolor humano, me detengo para no ser vencido en pena, por un mundo desesperado. Nos retiramos en oración pidiendo a Dios interceda bendiciendo a la humanidad. Lo hacemos porque la fe da la fuerza de que Dios cambie con el poder de su amor los corazones de los hombres y la conciencia que la usen. Nos perdemos la fe. Dios nos ha enseñado su presencia en su tiempo y manera de bendiciones.
ORAR – ORAR. Los frutos surgirán, podemos perder cosas, pero nunca la fe «no estamos solos ni huérfanos, el mundo es una fiesta en Dios». Bendiciones de alegría mantiene el torrente sanguíneo normal.
Amable lector alego nos detiene. Abro el bitácora. Esta tarde 22 De julio 1953 en la biblioteca del ingeniero Don Félix Benítez, en su villa Baggatelle, Cannes, Francia. Donde me encontré con el filósofo Epicteto y lápiz a manos y el libro. Epictete et la Sagesse Soi Vienne (Epitecto y la sabiduría Estoica) . Copie traduciendo del idioma francés. «Cuando reaccionamos a los estímulos del mundo exteriores, no somos libres, si no prisioneros de nuestros deseos, d en nuestra imaginación, de nuestra naturaleza. Ser libre es poder pasar con toda serenidad por el dolor, el duelo, la indigencia, sin encontrar en ellos el menor mal ni el menor motivo de aflicción y es también poder poseer sin concederles el menor valor. Mientras el hombre permanece prisionero de sus deseos y temores, no puede pretender ser libre: sus deseos o sus temores son los que lo manipulan. El hombre no es el juguete del mundo exterior; la prueba es que la misma situación será vivida de modo muy diferente por dos personas distintas. Las situaciones son las que revelan a cada uno lo que es, y la que pueden mostrarle que a menos que sea sabio, está dominado por lo irracional. El yo que reacciona ante las circunstancias esta movido por sus pasiones. ¿Queda un lugar todavía para la responsabilidad? Sí, porque hay un yo, en cada situación soy yo quien actuó, de acuerdo con mi personalidad profunda aun cuando este sea irracional. Basta con quien sea yo, que yo sea responsable. Mi comportamiento manifiesta mi personalidad, lejos de disolverla en un conjunto de reacciones superficiales. Las circunstancias no pueden justificar ni atenuar, si no que ponen la evidencia lo que realmente somos».
Amable lector esto es parte de la disertación: el pensamiento estoico: DIOS EL MUNDO, EL HOMBRE.
Hoy escuchamos nuestro invitado Epíteto “Lo que une a los hombres es su naturaleza, en cuanto comparten la misma razón y el mismo carácter divino y participan del mismo orden cósmico”.
Consérvese bueno.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana