En la naturaleza existen múltiples diseños que han impulsado el desarrollo de la tecnología. No es casual que un helicóptero recuerde a una libélula o que algunas tablas de surf lleven quillas onduladas como las aletas de la ballena jorobada. Los ingenieros se inspiran en la anatomía de los animales para diseñar vehículos.
En la NASA, uno de los mayores temores es que una misión a Marte acabe con un robot explorador patas arriba tras tropezar con una roca. Pero esta misma dificultad la han superado hace millones de años las tortugas. Para ellas, estar boca abajo y poder darse la vuelta significa la diferencia entre la vida o la muerte.
Con un caparazón plano nunca lo habrían conseguido. El de la tortuga leopardo africana es abombado y al caer se balancea. Eso la ayuda a volver a su posición original, una cualidad que ahora los médicos investigan para tratar la diabetes.
Quedarse de pie, como el juguete tentetieso de los niños, que se tambalea pero no vuelca, tiene una ventaja que un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard y del Instituto de Tecnología de Massachusetts han aprovechado para la medicina. Tomando como modelo la coraza arqueada de la tortuga leopardo y su centro de gravedad, han creado unas píldoras de insulina que tras ingerirlas, caigan como caigan en el estómago, consiguen que su base quede siempre hacia abajo.
Así, entran en contacto con la pared gástrica. La humedad disuelve la parte llana de la pastilla (formada por un azúcar) y destapa una microscópica aguja que, como un aguijón, se clava y descarga su contenido en la pared estomacal. «Hemos desarrollado un dispositivo capaz de autoorientarse en milisegundos, asegurando que el extremo de inyección quede en contacto inmediato con el tejido», ha explicado a EL MUNDO Giovanni Traverso, gastroenterólogo del Brigham and Women’s Hospital de Boston (EEUU) y autor principal desde la Universidad de Harvard del estudio, publicado este jueves en la revista Science.
El invento podría suponer el fin de las inyecciones subcutáneas para los diabéticos. «Traverso y sus colaboradores han superado un reto en el que la comunidad científica lleva trabajando casi un siglo: hacer factible la administración oral de proteínas como la insulina», ha confirmado a este medio María José Alonso, directora del grupo de Nanomedicina y Administración de Medicamentos del Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CIMUS) de la Universidad de Santiago de Compostela.
«No estamos hablando de un simple incremento en la absorción de insulina. Esta tecnología es, de lejos, la más disruptiva e impactante descrita hasta el momento para la administración oral de proteínas», ha añadido esta experta en la materia que no ha participado en el estudio.