El 16 agosto del 2004, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con su candidato, el entonces expresidente de la República Dr. Leonel Fernández, volvieron al poder, al concitar el apoyo de las mismas fuerzas conservadoras que contribuyeron a llevarlo al solio presidencial por primera vez en 1996.
Desde el inicio del nuevo mandato, las relaciones con Haití fueron manejadas por un experimentado presidente Fernández, sustentadas en una estrategia personal que reflejaba su formación liberal, la cual, como avezado timonel, le permitió maniobrar sin contratiempos con sus aliados conservadores. En medio de la ebullición causada por el ejercicio soberano de la política migratoria de la República Dominicana, la cual muchos haitianos veían como un perjuicio en su contra, y con una apreciación de inteligencia sobre la seguridad que resultaba cuestionable dado el clima de efervescencia existente en Haití, el 12 de diciembre del 2005, el presidente Fernández realizó una visita oficial a Haití, la cual tuvo que ser suspendida en sus inicios por el peligro a su seguridad personal, ya que en el momento en que nuestro mandatario se encontraba junto a su homólogo haitiano, Boniface Alexandre, una turba violenta se congregó en la plaza Champs-Des- Mars, próximo al Capitolio, mostrando fotos de emigrantes haitianos supuestamente agredidos en la República Dominicana.
En medio de esa tensa situación, el Presidente dominicano tuvo que salir de Palacio de manera abrupta por una puerta lateral, bajo un fuerte operativo de seguridad que pudo llegar a consecuencias mayores, de no haber sido por la prudencia del equipo de seguridad presidencial dominicano, cuya misión era preservar la vida del presidente Fernández a toda costa, saliendo de forma impetuosa de Haití por el aeropuerto Toussaint Louverture, en vuelo privado a Cancún, México, donde asistiría a la cumbre de los países del Sistemas de Integración Centroamericana (SICA).
Ese mismo año (2005), la Conferencia del Episcopado Dominicano se pronunció preocupada sobre la crisis con Haití, como posteriormente lo hizo el Consejo Nacional de Hombres de Empresa (CONEP) en el 2008, expresando que el problema haitiano era una prioridad nacional, no solo en el ámbito de la migración ilegal, ya que los haitianos no solo suplían mano de obra barata sino que eran un mercado para las exportaciones desde la República Dominicana, sin que se dejara de cumplir la Ley de Migración promulgada en el 2004, pero sin contar con su reglamento de aplicación.
El 12 de enero de 2010 ocurrió el trágico terremoto en Haití y la República Dominicana, como siempre solidaria, fue el primer país que les brindó ayuda humanitaria, mitigando el dolor y salvando vidas en un dantesco escenario donde según el primer ministro haitiano Jean Mars Bellerive, fallecieron casi 300 mil personas.
El 22 de enero de ese fatídico mes, vino al país de manera inesperada el presidente haitiano René Preval, reuniéndose con su homólogo dominicano para tratar temas fundamentales posterremoto, como la prevención de una epidemia de cólera, la tregua en las repatriaciones de haitianos ilegales para su país, así como las implicaciones políticas del regreso del exdictador Jean Claude Duvalier a su tierra natal.
El 13 de enero del 2012 el gobierno dominicano, entre otras ayudas, construyó y entregó una universidad en Haití a un costo de 30 millones de dólares, cuyo nombre en honor al profesor Juan Bosch fue cambiado poco después por los haitianos por el de Henry Christopher, a quien historiadores dominicanos le atribuyen la matanza de niños dominicanos ensartándolos con bayonetas. Para esa ocasión el presidente Fernández visitó Haití, siendo recibido por el presidente Michel Martelly, esta vez con el agradecimiento del pueblo haitiano por el gran apoyo de los dominicanos ante el terremoto del 2010.
El 16 de agosto del año 2012, asumió el gobierno el Lic. Danilo Medina, del mismo partido que el presidente saliente (PLD), situación que origina un alto a esta saga que iniciamos con el generalísimo Trujillo y su relación con Haití, seguida por los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer, don Antonio Guzmán, el Dr. Jorge Blanco, Ing. Hipólito Mejía y el Dr. Leonel Fernández, que en este género literario tipo ensayo, preferimos que la historia navegue las singladuras suficientes hasta llegar a puerto para analizar en función de resultados que solo el tiempo se encargará de determinar sus aciertos y desaciertos.
Entiendo oportuno precisar que solo con una Ley de Migración que “se aplique y se respete”, tomándose las medidas concretas y continuas para preservar la identidad nacional, basadas en una planificación estratégica que contemple un cuerpo militar fronterizo bien entrenado, equipado y adoctrinado y con el estímulo que le permita una vida decente tanto en el cuartel como en el seno del hogar, para que sea un símbolo de autoridad y respeto que detenga el contrabando, el tráfico de personas y el nefasto narcotráfico, así como los daños a la ecología, entre otros males que afectan de manera directa a la República Dominicana.
Esa es la única manera de poder superar con éxito el peligro constante que representa para nosotros la incapacidad de Haití de poder labrar su futuro como nación.
Como también es primordial que los dominicanos que viven en la zona fronteriza se sientan siempre protegidos por sus Fuerzas Armadas.
Entre otras medidas no menos importantes, entiendo que se debería retomar el modelo similar al del presidente Horacio Vásquez, con la creación de colonias agropecuarias modernas que permitan a los dominicanos vivir decentemente con su familia, con educación y salud.
Este es un compromiso de todos los dominicanos, no sólo de los gobiernos de turno, sin menoscabo de sus responsabilidades constitucionales y su papel ante la comunidad internacional motivando siempre la ayuda a Haití, propiciando así que cada mañana las notas del Himno Nacional dominicano suenen duartianas y gloriosas, identificándonos con el sentido de pertenencia a esta nación, entendiendo todos por igual que donde comienza la República Dominicana es precisamente en la frontera. Migración.