Homero Luis Lajara Solá
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Santo Domingo.- Ciertos hechos ocurridos recientemente me recuerdan una visita que realicé en el año 1993 a la Academia de la Marina Mercante en Kings Point, Nueva York, USA, siendo estudiante en la Universidad de Guerra Naval en Newport, Rhode Island, USA, en cuya entrada observé una placa grabada en latín que decía: “ACTA NON VERBA”, que significa: “HECHOS NO PALABRAS”.
Esta referencia viene a propósito de lo que vivimos en estos tiempos modernos, donde la tecnología ha dado paso a una extensa emisión televisiva y radial, incluida la poderosa herramienta de las redes sociales, espacios donde sirios y troyanos analizan el acontecer político social, nacional y global, donde muchas veces no se entiende, o no se quiere entender, que en la vida, mientras más logros se obtienen, menos se tiene que decir, lo mismo que los aspectos negativos.
Nuestros hechos nos preceden. Es el caso de ciertos políticos dominicanos, que cuando la cuenta regresiva para el día de las elecciones del 17 de mayo de 2020 empieza a disminuir, la desesperación los hace proclives a cometer errores, olvidando que en la vida todo pasa, y que el 18 de mayo, sea cual sea el resultado, el sol va a salir igual. De manera que esas estratagemas, es decir, el engaño y la sorpresa que en el arte de la guerra se utilizan con astucia y destreza para lograr vencer al enemigo, y que en política son “medios” para alcanzar el poder, es prudente aplicarlas con mucho cuidado, porque se pueden revertir hacia el que las aplica, más temprano que tarde.
Tanto para los que buscan alcanzar o retener el poder, las reivindicaciones a tiempo, girando el timón de las estrategias 180 grados, pueden evitan caer tan bajo como alto han subido. El votante del milenio está más comunicado, es más suspicaz y conocedor de las interioridades de nuestros dirigentes políticos y sus partidos; y oteando en el horizonte con ojo avizor la lucha despiadada por el poder, podrían elegir mejor para él y el bien común.
Los políticos deberían actuar aferrados más a principios, pensando en el juicio de la historia, y no a que se siga a un alfa, como en una manada, por beneficios personales. En esa ecuación entran los comunicadores e historiadores, los cuales deben actuar desapasionadamente, con rigor académico, eliminando puntos ciegos y maleficios mediáticos, con la verdad como faro.
Estos son tiempos en que se hace necesario que estadistas visionarios, no ambiciosos ni mercaderes de la política, sean quienes dirijan el buque de la nación. En los EE.UU., el presidente Ronald Reagan, quien se ha convertido en una referencia, expresó: “Un partido político no puede ser todas las cosas para todo el mundo. Debe representar ciertas creencias fundamentales que no deben comprometerse por conveniencia política, o para incrementar de cualquier manera el número de sus partidarios”.
En nuestro país, algunas veces los poderes Legislativo y Judicial se subordinan al Ejecutivo, situación que debilita al imperio de la ley y fortalece el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción, que corroen los cimientos de la sociedad dominicana. Por eso, la deuda social -por sus desequilibrios clientelistas-, ha llegado a su zenit. Ya es tiempo de hacer la transición de dominicracia a democracia, contando con los buenos dominicanos capaces, honrados, educados y de experiencia.
Sin perder el espíritu democrático, el verdadero líder debe cuidarse de las bondades que nunca sancionan (pasividad) y el exceso de paciencia que nunca se agota (servidumbre), de la serenidad que nada la inmuta (indiferencia a conveniencia), la tolerancia que nunca reacciona (cobardía) la resiliencia sin linderos (ver el mal como algo común) y la inoportuna amnistía a antisociales (darle cabida a delincuentes para compartir en círculos de gente decente); evitando en todo momento -sin dejar de decir la verda- el lenguaje soez y ofensivo para desmeritar al oponente, y nunca irse al plano personal para desacreditar o incitar al chantaje y la extorsión.
Quien aspire a dirigir la cosa pública, debe estar bajo el paraguas de un proceso diáfano, fuera del deseo de dinero y poder para satisfacer egos insaciables y odios interminables, con el oído puesto en el pueblo -cuidándose de los “consejos” de cortesanos de todas las épocas-, aplicando la sabiduría que le permita reaccionar sereno ante las intrigas manipuladas y las mentiras aviesas, así como a las presiones normales del cargo que él mismo buscó. Como dijo el general estadounidense George Patton: “Vive por algo… en lugar de morir por nada”.
El líder político del milenio debe tener como norte el interés nacional, por lo que no se puede creer perpetuo, debiendo alejarse de posiciones ortodoxas atrasadas. En ese contexto debe preparar sucesores a la altura de las responsabilidades, sin obstaculizar la institucionalidad. Un líder se prepara individual y colectivamente, para ser exitoso en el peor escenario, utilizando la vara de la justicia con “responsabilidad”, ya que “el que dirige no va al mando para ganar un concurso de popularidad”, sino a hacer lo que corresponde, asumiendo las consecuencias al no poder complacer a todo el mundo.
La unidad de los dominicanos de buena voluntad es esencial para el logro de los fines deseados. En la escuela tradicional, generalmente se inculca al alumno la falsa percepción de que el individuo en sí goza de la fortaleza, sin que el concepto de trabajo en equipo, lo que en milicia se llama espíritu de cuerpo, sea la norma formadora de una sociedad sólida en valores, cuyos componentes sean conocedores de sus deberes y derechos, siempre alineados al concepto de que, la unión hace la fuerza.
Hoy, muchas cosas no marchan bien, pero se está a tiempo para corregir el rumbo, siempre supeditados a los preceptos constitucionales y legales. El ilustre general francés Charles de Gaulle en 1947, manifestó: “Llegará el día en que, rechazando juegos estériles y reformando la mala estructura en que la nación perdió el rumbo y el Estado toda autoridad, la masa del pueblo francés se unirá por Francia”.
El autor es miembro
fundador del Círculo Delta