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¿Por qué enfadarse es bueno para la salud?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Te vas a sorprender de lo sano que es decir lo que piensas y lo que sientes. Incluso tiene beneficios para tu corazón y tu sistema digestivo.

Cuando nos enfadamos o generamos ira, irritabilidad… solemos sentirnos mal y pensar que este gesto incluso perjudica a nuestro organismo. Pero ¿y si no fuese así? Estudios recientes aseguran que los conceptos anteriores que, a priori, parecen tan negativos, pueden suscitar una serie de beneficios para la salud, incluso en materia de supervivencia. Y hemos hablado con una experta en psicología para que nos cuente todo acerca del enfado: por qué es beneficioso y cuándo dejaría de serlo si nos pasamos de frecuencia o intensidad.

¿Eres de las que saltan a la primera o de las que reprimen sus emociones por miedo a no gustar a los demás?

Por qué es bueno enfadarse

Permítete enfadarte

¿Por qué es tan malo reprimir el enfado y no expresar nuestras emociones? “Todas las emociones podemos entenderlas como señales que nos indican algo sobre nuestro estado mental, así que no hay emociones buenas o malas por definición”, dice Mª Victoria Sánchez, Psicóloga Clínica directora de GrupoLaberinto Psicoterapia para la Salud. “El enfado puede ser una señal de que nos sentimos defraudados por el comportamiento de una persona, presionados, exigidos en exceso o que estamos frustrados por no haber obtenido el resultado que esperábamos en alguna tarea (laboral, académica…), y son muchas las circunstancias que pueden activar esta emoción”, añade.

Pero hay más. Como dice la experta de Grupo Laberinto, “poder darnos cuenta de que sentimos enfado nos puede guiar a la acción que necesitamos realizar: por ejemplo, poner límites, compartir nuestro malestar, autorregularnos…”. “Para hacer esto, tenemos que tener cierta conexión emocional con nosotros mismos: identificar que se ha activado una emoción y reconocer cuál es”. Como explica Sánchez, “hay personas que tienen facilidad para poder hacer esto (dependerá del tipo de apego de la persona, que se construye en la infancia), lo que les proporciona una mayor capacidad de autocuidado y regulación emocional”.

¿Y si esto no ocurre? La psicóloga nos habla de varios perfiles de personas respecto a la capacidad para expresar este tipo de emociones de enfado:

Personas que sí conectan son su malestar y lo identifican bien pero no saben cómo gestionarlo porque se sienten desbordados.

Personas que conectan con el malestar pero no saben leer bien las señales y no saben identificar y etiquetar de forma concreta (ej: no distinguen diferentes emociones, sólo estar bien o mal).

Personas que conectan con su malestar y lo identifican, pero deciden no prestarle atención: esto puede ocurrir porque han aprendido que es lo que hay que hacer, o por miedo a hacer sentir mal a otras personas.

Personas que no pueden conectar con el malestar. En ese caso el malestar se va a ir acumulando y generará síntomas que pueden variar: cuadros psicosomáticos (cefaleas, problemas digestivos, dermatológicos, bruxismo…), crisis de pánico…

“En todos estos casos va a haber síntomas y/o dificultades en las relaciones interpersonales”, subraya Sánchez.

Por qué es bueno enfadarse

¿Y si te enfadas demasiado?

Una cosa es expresar nuestro enfado cuando tenemos razones para ello y además lo hacemos de forma respetuosa con los demás, y otra enfadarse de forma desproporcionada por cualquier cosa.

Si el enfado es algo que aparece con mucha frecuencia, será algo que nos dificulte el día a día

¿Cuándo el enfado dejaría de ser normal para resultar excesivo? “No hay unos parámetros universales aplicables a todos, pero hay pistas que nos pueden indicar que algo no va bien”, dice la psicóloga de GrupoLaberinto. “Uno sería la frecuencia y otro la intensidad”.

Como explica Sánchez, “si el enfado es algo que aparece con mucha frecuencia, será algo que nos dificulte el día a día y lo notaremos en el rendimiento académico o laboral, en la concentración, la capacidad de aprendizaje, en la capacidad para descansar bien, disfrutar y también en nuestras relaciones”. Pero, como apunta la psicóloga, se trata de un criterio subjetivo, al igual que la intensidad: “puede ocurrir que la persona misma perciba que sus enfados son desproporcionados, pero no los puede evitar, como algo automático que se dispara, o que sean otras personas cercanas las que le expresen esta idea”.

Otro criterio para pensar que alguien se enfada de forma anormal sería, como apunta Sánchez, “la aparición del enfado en situaciones en que parece que no encaja”. “Por ejemplo, si me enfado porque mi hijo de 20 años se quiere independizar. La autonomía de un hijo es motivo de celebración, aun con los miedos y preocupaciones que se puedan activar en los padres. Si se activa más el enfado que otra cosa, habría que preguntarse qué está motivando esta reacción”.

“En consulta trabajamos con mucha frecuencia con personas que sienten que no tienen control sobre sus emociones”, nos cuenta Sánchez. “Esto se puede manifestar en forma de problemas de conducta, agresividad verbal y/o física, autolesiones… En psicoterapia lo que hacemos es recoger información sobre lo que pasa en la actualidad y sobre la biografía de la persona para poder darle sentido a lo que está ocurriendo ahora, le planteamos a la persona por qué creemos que pasa eso, con qué tiene que ver, y cómo lo podemos trabajar. Hay técnicas eficaces para ayudar en este sentido”.

Tenemos una pregunta más: ¿Qué límites deberíamos respetar siempre en un enfado para no agredir a los que nos rodean? “Cuando hay riesgo de dañar a los demás o a uno mismo, esta es una línea roja que no hay que pasar.

Si por ejemplo nuestros enfados nos llevan a gritar, insultar o faltar el respeto, es probable que las personas que nos rodean nos pongan un límite. Si el enfado es hacia nosotros mismos, nuestro diálogo interno es probable que sea hiriente, cargado de creencias negativas, y esto generará sufrimiento y limitaciones. Poder pararnos para observar y reflexionar sobre lo que está ocurriendo será necesario para tener relaciones saludables y bienestar emocional”.

Por qué enfadarse es bueno

6 beneficios del enfado

Los expertos en psicoterapia de GrupoLaberinto, nos cuentan por qué enfadarse puede llegar a ser bueno para la salud. ¡Te sorprenderás!

  1. Diferentes estudios determinan que enfadarse de vez en cuando es bueno para la salud, ya que favorece al corazón y al cerebro, ya que esta emoción oxigena y fortalece el organismo.
  2. Enfadarse un periodo corto de tiempo ayuda a que algunos órganos del cuerpo se activen. Pero éste debe ser momentáneo, ya que, normalmente, el enfado va acompañado de una reacción fisiológica, que si se mantiene demasiado tiempo puede activar los ejes del estrés de forma crónica, generando así problemas de salud.
  3. El enfado puede indicar que hay algo que duele, que al individuo le parece injusto… Y si éste puede aceptar esta emoción e intentar entender qué hay detrás, puede guiarle en el autocuidado: quizá necesite descansar, tomar decisiones, poner límites… o, simplemente, deshacerse de emociones, sensaciones o creencias negativas que le acompañan desde hace tiempo.
  4. Cuando alguien está enfadado su sistema nervioso simpático se activa. Por ende, aumenta su ritmo cardiaco, su respiración y comienza a sudar, a la vez que se ralentiza su sistema digestivo. Según los estudiosos, todo lo anterior es una reacción fisiológica del cuerpo que busca llenar al sujeto de energía para saber responder ante cualquier situación que se le presente.
  5. El control excesivo del enfado está relacionado, en muchas ocasiones, con manifestaciones somáticas como úlceras estomacales, cefaleas o hipertensión. Esto se debe a que, a veces, el individuo interrumpe la expresión del enfado por restricciones sociales o por miedo al rechazo.
  6. Según los expertos, cuando uno está enfadado, la ceja se vuelve más marcada, el grosor de la mandíbula aumenta y las fosas nasales se ensanchan. Este gesto hace que la persona que lo luce parezca más fuerte físicamente que los demás. Autora: Amalia Panea.-www.elle.com

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