Los detectores de metales por los que se ha acostumbrado a pasar todo fanático a los deportes en Estados Unidos antes de ingresar en un estadio podrían ser complementados pronto por otras medidas de seguridad, incluidos escáneres termográficos, como parte de la tarea titánica para prevenir la propagación del nuevo coronavirus.
Y ésa sería apenas una de las medidas con las que el público tendrá que lidiar cuando asista de nuevo a los partidos.
Los boletos ya habían evolucionado, de aquellas ediciones tradicionales y coleccionables en papel a archivos que se guardan en los teléfonos celulares. Ahora, sería posible usar el propio rostro como una prueba de que se adquirieron las entradas.
Y nuevas formas de monitorear a las multitudes podrían crecer rápidamente en el mundo deportivo posterior a la pandemia, donde se debe priorizar la higiene. Entre esas tecnologías, hay una que utiliza el rayo láser para detectar la densidad de una muchedumbre y otra que calcula el número de espectadores con base en cámaras.
“La pandemia refuerza realmente la necesidad de mayores garantías de seguridad en los estadios”, dijo Bob Boland, funcionario deportivo que imparte clases en la universidad Penn State.
Boland acumula más de dos décadas de experiencia como instructor, consultor y agente en los deportes y el derecho.
“Los tratamientos y vacunas, las medidas de contención, todo eso puede cambiar el juego, pero la gente tendrá que sentirse cómoda con la verificación de su temperatura corporal y con otra tecnología que estará en juego”, comentó.
Algo parecido ocurrió tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Entonces, se volvieron comunes las largas esperas para pasar por los magnetómetros. Guardias de seguridad, con detectores portátiles de metales, comenzaron a deslizarlos por el cuerpo de los visitantes, para encontrar si llevaban armas ocultas.
“Después del 11 de septiembre nos excedimos. Quiero decir que teníamos tantas intenciones de lograr la seguridad de todos los edificios y personas que hicimos extremadamente inconveniente el acudir a partidos y eventos. Pero dijimos que esto mejoraría con el tiempo y así ocurrió”, recordó Marc Ganis, cofundador de la consultoría SportsCorp, con sede en Chicago. “Ahora, ¿cómo hacemos esto?”.
La tecnología será un componente vital para lograrlo. Y se pondrá a prueba la disposición del fanático por ceder algo más de su privacidad a cambio de recuperar la oportunidad de sentarse al lado de una cancha o detrás del plato.
“¿Puedo decir que entiendo las dos posturas?”, preguntó Jim Mueller, quien compró boletos para toda la temporada de los Bucks de Milwaukee y suele asistir también a los partidos de los Packers de Green Bay y de los Cerveceros”. “Comprendo la perspectiva de los Bucks y de la NBA, pero como estadounidense no quiero que me rastreen”.
También Dave Karls tiene boletos para toda la temporada de los Bucks. Está tan ansioso de visitar otra vez el Fiserv Forum que difícilmente lo disuadirá la posibilidad de que se rastreen sus desplazamientos.
“Prefiero eso que no tener la capacidad de asistir en absoluto al partido”, refirió.
Cualquier preocupación depende del concepto individual de vigilancia. Para algunos, esa palabra tiene connotaciones terribles.
En algunos países, los esfuerzos para frenar la propagación del COVID-19 rastreando los contactos de la gente han incluido el consentimiento de los ciudadanos para registrar su ubicación.
Es probable que la actividad en un evento deportivo dentro de Estados Unidos sólo se registre en términos generales, como al detectar el caso de una persona con temperatura elevada en un escáner. No sería una información vinculada con la identidad de alguien, lo que podría infringir las leyes federales sobre privacidad.
Tal vez se emplearán códigos QR para que los asistentes reporten por cuenta propia sus condiciones actuales de salud.
El portar un teléfono y usarlo para comprar expone ya al usuario a cierto tipo de rastreo de su ubicación y a las técnicas de “marketing” directo. Las aplicaciones auspiciadas por los equipos deportivos, que permiten a los seguidores ordenar hamburguesas o cervezas directamente desde sus butacas les pueden notificar además sobre productos en oferta, y proporcionarían un modelo para el tipo de promociones que se verán en la era posterior a la pandemia.
“Creo que los estadios podrán decir probablemente: ‘Oigan, tenemos a 50 personas ahora en el baño’, tan sólo porque descargaron ya una aplicación”, dijo Nerissa Coyle McGinn, abogada de Chicago, que se especializa en temas de publicidad, tecnología y privacidad y que ha trabajado con equipos como los Bulls de Chicago y los Giants de Nueva York. “Uno ha accedido a las políticas de privacidad, y compartir información agregada no se equipara con compartir información personal”.
Los algoritmos causaron cierta controversia en Alabama, donde el entrenador de fútbol americano colegial Nick Saban estaba frustrado por el hecho de que los estudiantes se marcharan antes de la conclusión de los encuentros en que la universidad local iba ganando por un holgado marcador.
Ello llevó al establecimiento de un programa de puntos que recompensaba a los fanáticos por permanecer en el estadio hasta el último cuarto. Entre los premios estaba un trato prioritario a la hora de adquirir boletos para partidos relevantes.
En este caso, la tecnología de Bluetoooth se usa para el rastreo, y sólo funciona dentro del Bryant-Denny Stadium.
“Mientras más información puedas darle a alguien, es más probable que la gente consienta la solicitud de este tipo de datos”, dijo Nan Sato, abogado de Filadelfia que se concentra en la intersección entre la tecnología y el deporte. “¿Quién recibe los datos? ¿Cómo se almacenan y usan éstos? ¿Por cuánto tiempo serán retenidos y cómo se protegerá la privacidad de los fanáticos?”.
La tecnología que escanea los ojos, rostro o huellas dactilares de un usuario se ha multiplicado en los últimos años, particularmente en los aeropuertos para agilizar el avance de las filas en las revisiones de seguridad. Hace dos años, el béisbol de las Grandes Ligas alcanzó un acuerdo con Clear, una empresa que ofrece sistemas de identificación biométrica, a fin de acelerar el ingreso en el parque mediante estos escaneos.
Por ahora son las huellas dactilares, pero quizás un día la cara de un fanático sea también su boleto de entrada.
“Cuando retiras las capas superiores, la gente no tiene medio de la tecnología de reconocimiento facial. Tiene miedo de lo que ocurre después con los datos. Esto es más un asunto de transparencia hacia nuestros clientes para decirles: ‘No vamos a vender estos datos a un tercero, esto se mantendrá encriptado’”, dijo Shaun Moore, exjugador de fútbol americano de la universidad SMU y cofundador de Trueface, una empresa incipiente que tiene consumidores en varios sectores, incluido el deporte.
“Nunca vemos ninguno de los datos, no sabemos quién está en la base de datos. Así que ésta es una forma en que mantenemos en mente la privacidad al desarrollar estas herramientas. Tiene que haber transparencia en la forma en que fluyen los datos y en aspectos como quién tiene acceso a éstos, por cuánto tiempo permanecen en el sistema. ¿Son 30 días? ¿Son dos días? ¿Dónde se usa esto?