“El país es hijo de la providencia, siempre le salva algo producto de la obra de Dios para evitar perecer” -Dr. Joaquín Balaguer-
Desde hace años siento con preocupación cómo un oleaje golpea incesantemente el buque de la democracia, por la anomia de una “voluntad política” la cual debe entender que solo con un pueblo educado y bajo un esquema institucional, navegaremos hacia el logro de los grandes objetivos nacionales.
Creo que es tiempo de entender que las fisuras al tejido social producto de reiteradas acciones incorrectas de los tres poderes del Estado, deben ser reparadas con urgencia, debido a que hace años le está entrando agua al buque de la nación y casi se hunde. Así lo presiento.
Para poder solucionar esos grandes males históricos, tenemos una nueva oportunidad que nos brinda el camino de la democracia, y es ejercer masivamente con nuestro deber y responsabilidad cívica el próximo 5 de julio, aunque sea en medio de una pandemia que no solo ha sacado a flote nuestras debilidades en el sistema de salud, sino en aspectos esenciales como la solidez de identidad, cohesión nacional, voluntad de sacrificio y disciplina colectiva.
En ese orden, es fundamental que cada dominicano con capacidad para el voto esté muy claro de que la elección del próximo Presidente de la República, no es una subasta, en la cual el gobierno intenta ser el máximo oferente, apoyando abiertamente con todo el poder del Estado al candidato de su interés, mientras saca provecho político de la delicada situación generada por el Covid-19, que más temprano que tarde, bajo la voluntad divina, pasará.
Hoy más que nunca creo que los votantes, sobre todo los jóvenes, con las facilidades que brinda el internet, tienen la oportunidad de ponderar de manera individual el perfil y la trayectoria de cada candidato, pues esta herramienta permite descubrir de inmediato no sólo cómo nos están saturando con aluviones politiqueros en los medios de comunicación al estilo del nefasto ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, haciéndonos vivir una especie de “nazismo ilustrado en el Caribe”, sino también la historia clara o turbia de cada aspirante.
También es época de revaluar a conciencia nuestros valores fundamentales para darnos cuenta dónde está nuestro talón de Aquiles, y así evitar que nos conduzcan como un rebaño al corral de la desgracia , por lo que resulta indispensable oír de labios de los candidatos presidenciales sus programas de gobierno y demás propuestas, bajo el escrutinio de moderadores independientes, sin telepronter ni pizarra.
Estoy seguro que al pueblo le gustaría escuchar los puntos de vistas sobre la manera en que los aspirantes presidenciales combatirían nuestros males centenarios, como la falta de educación, deficiencias de la salud pública, el estigma de la corrupción, la inseguridad ciudadana y la reforma de una justicia que a veces representa una caricatura del mal, dejando que el velo de la impunidad motive el crimen y el delito, incluso con portadores de falsas linternas de Diógenes .
Debemos evaluar y pensar cómo se han conducido los candidatos en esta singular campaña electoral, limitada por una “emergencia nacional” caracterizada no sólo por el confinamiento y distanciamiento físico, sino también por los privilegios ilegales y abusivos del candidato del partido oficial, quien de manera abierta y descarada usa y abusa de los recursos públicos con propaganda ilimitada y “programas de asistencia y planes sociales» que salen del bolsillo del mismo pueblo que se humilla, diseñados por mentes maestras sólo para atraer electores como “vacas al matadero”.
Pero tampoco se puede pasar por alto en esta lucha desigual, donde únicamente la oposición se recoge en los “toques de queda”, sin hacernos la pregunta: ¿cuál hubiese sido nuestra decisión al marcar la boleta electoral, si las elecciones hubiesen tenido efecto en el pasado mes de mayo? Seguro que, saliendo de esa burbuja mediática de prebendas, hubiéramos votado motivados en lo que creemos es lo mejor para el país y los nuestros, y no en una subasta de votos “en tiempos de pandemia”.
Viviendo en una realidad que nos recuerda la famosa novela de George Orwell, titulada “1984”, donde la “policía del pensamiento” (DNI, J-2, etc.), y el “gran hermano” (sicofantes) nos monitorean, sugiero a mis conciudadanos que no se dejen influenciar por voces agoreras ni por encuestas de opinión manipuladas y que mejor opten por confiar en lo que perciben con sus propias vivencias en el hogar, el trabajo y la vida cotidiana; partiendo de esa realidad, fuera de un efímero “espejismo electoral” que pronto pasará, piensen cómo creen estarán mejor: si con los que han estado por años en el poder ejerciéndolo con “malas actuaciones”, aún frescas en nuestras memorias o los que aspiran a un nuevo modelo político o los conocidos, pero renovados.
Señores políticos, después de la pandemia y las elecciones, la Plaza de la Bandera estará esperando una República Dominicana cansada de sueños truncados y falsas promesas. Por eso, en esta fase de hacer política, donde se habla con términos desconocidos por muchos, como la biopolítica, cuarta revolución industrial y economía circular, inclinémonos en propuestas posibles y realistas. Cambiemos esta subasta del chantaje, el relajo y el contubernio por le fe y esperanza en algo mejor.
Don Juan Isidro Jimenes, en su discurso de renuncia a la presidencia de la República en 1916, cuando prefirió salir por la puerta grande de la historia y no sucumbir a la tentación de quedar en el poder usando la bota extranjera para combatir a Desiderio Arias, dijo:
“Con más de 1500 hombres valientes y llenos de entusiasmo marcial sitiando las posiciones rebeldes, desciendo las gradas del capitolio, con el sosiego sereno de mi conciencia limpia y con la confortable convicción del deber cumplido, sintiendo el sol otoñal iluminar con resplandores crepusculares las canas de mi cabeza, me retiro a la tranquilidad del hogar”.
Finalizo con mi más sentido pésame a los deudos de los compatriotas fallecidos por este Covid-19, recomendando “no bajar la guardia”, acatando de manera rigurosa las medidas sanitarias impuestas por el gobierno, con énfasis en utilizar mascarillas, respetando el distanciamiento físico.
El autor es miembro fundador del Círculo Delta