Observo al dominicano en campaña política. Algunos se pierden, no actúan acorde con lo que el ciudadano espera de un servidor civilizado. Esto nos invita a un diálogo imaginario con el sacerdote Juan Luis Lorda. Pienso el dominicano educado de carácter firme, amante del vivir en felicidad. También se está cuestionando.
Comienzo con esta pregunta
Néstor: ¿Qué debe hacerse para que entre los hombres no se viva en la ley de la selva?
Lorda: Para que los hombres no se destrocen unos a otros se establecen normas legales y así se garantiza que todos puedan comer un mínimo. Por esto se necesita una autoridad que realice el reparto y corrija los abusos.
Es precisamente esta la función que se asigna al Estado. Mediante instrumentos legales el Estado reconoce que todos los ciudadanos tienen unos derechos fundamentales. Después en la medida en que tiene intención política y capacidad de imponer sus leyes y los ciudadanos tienen voluntad de obedecer, se consigue que todos los hombres, o por lo menos la mayoría, ejerzan efectivamente una serie de derechos que le dan acceso a bastantes bienes fundamentales. Así sucede en las sociedades desarrolladas.
Néstor: ¿Por qué en algunas sociedades desarrolladas sigue a menudo la ley de la selva?
Lorda: Es una realidad, esto sucede especialmente en lo que queda fuera de los límites del marco legal; allí sucede con frecuencia que cada uno busca su propio provecho y el más poderoso se impone al más débil. Con esta mentalidad, los demás se preocupan solo en la medida en que se puede obtener un bien o un mal de ellos cuando son siervos, se les mira como un bien propio (a esto se llama explotación); cuando son competidores, como un mal propio (a eso se le llama envidia).
Néstor: Lo cotidiano es que las leyes no se obedecen, pienso es una cuestión de una crisis en la educación
Lorda: Evidentemente, esto ya no se puede corregir a base de leyes. No se puede corregir a base de leyes el interior del hombre, no se puede conseguir por decreto que los ciudadanos amen a sus prójimos; la caridad no se puede imponer desde fuera. Es una cuestión de moral, que pertenece al ejercicio de la libertad de cada uno.
El precepto moral “amaras al prójimos como a ti mismo” va mucho más allá del nuevo respetar el marco legal y los derechos fundamentales de todos los hombres, aunque lo incluye. Amar quiere decir el bien para quienes nos rodean; no simplemente no molestarles o no hacerles daño. Se indica que hay que querer positivamente para los demás los bienes que queremos para nosotros, se exige por tanto una efectiva solidaridad.
Néstor: La solidaridad la veo basada en la moral. Es correcta esta percepción?
Lorda: Cuando hemos hablado antes de las cosas que nos rodean, hemos dicho que es un principio moral fundamental que todas las cosas merecen respeto por el mero hecho de existir. Sin embargo, cuando se trata de iguales no basta con el respeto, sino que se pide amor. Y es que el hombre tiene una calidad especial que lo sitúa por encima de cualquier otra cosa. El respeto que merece el hombre es de tal grado que se llama amor.
Consérvense bueno: Una alegría-amor-aceptación-bendición y agradecimientos totales. Estas son las cinco actitudes de Dios. El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.