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Meditabundo: Pensando en voz alta

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Las afirmaciones que harán los aspirantes a alcaldes municipales, nos recuerda lo que expresó Pitaco de Mitilene: “No predigas lo que quieres hacer, porque si no lo consigues serás objeto de burla”. “No hable mal de un amigo, ni siquiera de un enemigo”. “Es propio de las personas inteligentes prever las cosas difíciles antes que sucedan para que no sucedan”. Al preguntarle Creso ¿Cuál es el mayor poder? Contestó: “El de la tabla pintada”, refiriéndose a la Ley.

Nos preguntamos ¿Quién tiene el plan de hacer feliz a la familia dominicana?

Cuando priman los intereses personales, el pueblo no progresa por la ausencia de la visión para satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

Los millonarios de cada cuatro años nos recuerdan el fragmento del poema Economía de Salón. “Pero sus propios ciudadanos, con actos de locuras, quieren destruir esta gran ciudad por buscar sus provechos, y la injusta codicia de los jefes del pueblo, a los que aguardan numerosos dolores que sufren por sus grandes abusos”.

Gracias a los adelantos tecnológicos nos damos cuenta que el mundo no vive dentro de un justo orden. No me engaño. Se está en un constante armamentismo. La muerte anda en la mente de las potencias y esto no tendrá fin. El hombre sigue como siempre de espalda a la Ley Universal. AMAR.

En este período de campaña política, como los anteriores vemos los lobos de la ambición y codicia. Los incontables millonarios políticos es el retrato de la moral hipócrita de varones, no hombres. Cierto la economía crece, pero de manera no equitativa. La larga travesía nos ha enseñado  que si los poderosos abandonan la codicia, de hecho la pobreza disminuiría.

Lo digo con Juan Luis Lorda. “Hay que preguntarse cuánto dinero es necesario para vivir y, también qué otras cosas, además de ganar dinero, importan en esta vida. Sería un círculo vicioso vivir para ganar dinero y ganar dinero sólo para vivir.

El dinero, desde luego, no es lo primero. Sería absurdo dedicarle la vida, sabiendo que la vida misma es un bien limitado. El dinero es un instrumento.  Hay que saber para que se quiere, hay que saber cuánto se necesita, hay que saber lo que cuesta. Con estos datos podemos poner límites a la avaricia.

Los hombres sensatos pero pegados al suelo, acaban cometiendo el tremendo error de pensar que dedicarse a ganar dinero es lo único serio que se puede hacer en la vida. Es curioso, pero a medida que maduran, toma fuerza en su espíritu esa convicción. Es como si las demás cosas de la vida, de las que se esperaba mucho en otros momentos (la amistad, el amor, los viajes, las aficiones, etc) se fueran difuminando con el tiempo y solo el dinero se presentara como un valor sólido e inquebrantable.

El dinero no proporciona la paz del alma, ni la fuerza de la amistad, ni el calor del amor, ni las pequeñas delicias de una vida familiar, cuando se convierte en el centro de la propia existencia. Lo malo no es el dinero, sino el desorden con que se ama. La vanidad, el capricho, el lujo, la frivolidad y la corrupción están al alcance de casi todas las fortunas.

El valor moral de la riqueza y de quien la tiene depende del fin al que la destina, porque el dinero sólo es un medio. La clave de la riqueza es el servicio que presta.

Amable lector nuestra riqueza no es tener riqueza: Estoy rodeado de felicidad. La Ley Universal: El amor que entrega todo lo bueno de la vida en familia.

Consérvense bueno: Salud-alegría. El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.

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