Por: Oscar López Reyes
El jefe del Estado de Cuba, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, ha denunciado (22 de septiembre de 2020) en la asamblea ordinaria de las Naciones Unidas (ONU) la doble moral de Estados Unidos, en el instante en que su presidente, el bufón de Donald Trump, anunciaba nuevas sanciones contra esa isla, en el recrudecimiento de un embargo económico, comercial y financiero que, en seis décadas, ha suscitado pérdidas por unos 140 mil millones de dólares e irreversibles trastornos sociales.
En hendedura de la fiereza de la Covid-19, Trump no tiene compasión con una Nación altamente solidaria, y se destapa con otra crueldad, y otro traspié. Restringe el alojamiento de norteamericanos en 433 hoteles y hospedajes, que generan ingresos a Cuba; prohíbe la importación de tabaco y bebidas alcohólicas cubanas, la participación en conferencias, en exhibiciones, competiciones deportivas y otros eventos profesionales.
Uno de los adagios más oídos es aquel que dice “del dicho al hecho, hay tremendo trecho”, que le cabe excelentemente a Estados Unidos, que pregona fomentar la democracia más genuina, pero que la ultraja cuando afecta sus intereses o su influencia geopolítica.
Durante años, los presidentes George Bush, padre e hijo, y Barack Obama no prestaron atención a los ciudadanos de esa señorial nación que, abrumadoramente, rechazaron las invasiones a Irak y Afganistán, y reclamaron el regreso a casa.
El 25 de octubre del 2011, la asamblea general de las Naciones Unidas aprobó una resolución, con 186 votos a favor y dos en contra, solicitando a los gringos que levanten el abusivo embargo a Cuba, y la respuesta fue que Fidel Castro tenía que irse.
El 31 de octubre, el gobierno de Obama anunció que dejaría de entregar a la Unesco 60 millones de dólares en represalia por la aprobación del Estado palestino como miembro de esa organización, con 197 votos favorables y sólo 14 opuestos.
A la vez que sufre derrotas diplomáticas, el gobierno de la República Federal de América del Norte ignora a la inmensa mayoría de los países del globo y a sus propios habitantes, que vociferan en las calles contra las injusticias. ¿Por qué ese poder salvaje e impetuoso contra Palestina y Cuba no lo exhibe contra la República Popular China?
Raul Castro. Los ojos del mundo estuvieron puestos sobre Cuba que, desde que, el 24 de febrero de 2008, cuando asumió la Presidencia de la República Raúl Castro, quien inició un proceso de reformas que causó mucho impacto y logró la flexibilización del presidente norteamericano Barack Obama.
La primera gran medida fue la eliminación del igualitarismo colectivista, que consistía en que todos los cubanos recibían los mismos beneficios, como una forma de proteger a los más desvalidos y ayudar en la justicia social, que fija como gratuita tanto la salud como la educación.
Sin embargo, se determinó que ese patrón fomentaba el paternalismo, el ausentismo laboral, el incumplimiento y la ineficiencia, lo que se tradujo en un acto de injusticia. Desde hacía dos años, los cubanos cobraban según su calificación profesional, la cantidad y la calidad de su trabajo.
En la ocasión, el gobierno cubano redujo en un 20% la nómina del Estado y los cesanteados tuvieron la libertad para crear pequeñas y microempresas, con el objetivo de reducir los subsidios y mejorar el desarrollo de ese país.
Concomitantemente, el presidente estadounidense flexibilizó el histórico bloqueo, y permitió las visitas de familiares a la isla caribeña con más frecuencia, el aumento del envío de remesas y disminuyó otras restricciones.
Las renovaciones en Cuba fueron bienvenidas, y más aún cuando todos estaban atentos a ellas y al futuro inmediato de una nación hermana que ha sido solidaria con la República Dominicana.
Cuba ha sido un pueblo heroico, que ha resistido con gallardía los embates económicos de un imperio todopoderoso, cuyo primer mandante, el presidente Obama, comenzó a allanar el camino para fulminar el muy repudiado bloqueo comercial y económico.
El papa y el embargo. Durante su estadía en Cuba (lunes 26, martes 27 y miércoles de 28 marzo del 2012), el Papa Benedicto XVI abogó por “una sociedad abierta y renovada”, una “auténtica libertad” y condenó el embargo de Estados Unidos contra la mayor isla de las Antillas.
En el abrigo de su llamativo encuentro con el líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, el Santo Padre expuso que Cuba y el mundo necesitan cambios, con lo cual interpretó el sentir de los nativos caribeños y la comunidad internacional.
En lugar de expresar que Cuba precisa cambios, el Sumo Pontífice debió haber dicho que es imperioso seguir profundizando las transformaciones, porque durante esos años esa nación se permitió la inversión extranjera, la venta de carros y casas y la instalación de microempresas por cuenta propia.
Además, hubo más libertad religiosa, y esto lo avalaron las visitas de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI; se afianzaron los lazos entre el gobierno y la iglesia, y en las calles protestaron las opositoras damas de blanco y la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.
La peregrinación del supremo conductor espiritual del Vaticano colmó de rosas la lenta y prudente cruzada de innovaciones en Cuba, amplió la cooperación con la Iglesia Católica y extendió las quejas y censuras contra el embargo que oprime a un pueblo que se une a los demás en la adversidad.
Donald Trump. Ignorando los cambios antes descritos desde que el, viernes 20 de enero de 2017, asumió la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump echó hacia atrás el acercamiento auspiciado por Obama. Limitó el envío de remesas y prohibió la salida de los cruceros hacia Cuba y “los viajes educativos grupales”.
Sin reconocer que, aún con el agravamiento del panorama económico por la Covid-19, el gobierno de Díaz-Canel envía a tres mil 700 colaboradores a 39 países y territorios a combatir esa pandemia, Trump le incrementa las restricciones. Además de su empedernido anticubanismo, ¿acaso tomar esa decisión para agenciarse el voto de la comunidad cubano-estadounidense en las elecciones presidenciales de noviembre próximo?
¡Oh, Mundo, defended a Cuba de tantas crueldades de Estados Unidos!