El número de personas con sobrepeso y obesidad a nivel mundial crece cada año pese a los esfuerzos tanto a nivel social como científico para intentar disminuir su prevalencia. De acuerdo a un estudio publicado en la revista médica «The Lancet», esta cifra aumentó de 857 millones en 1980 a 2.100 millones en 2013, una cifra que supone un 30% de la población mundial.
A pesar de ser una condición de factor de riesgo para enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y otras patologías cardiovasculares, las cuales son causas de millones de muertes al año, la obesidad no tiene tratamientos médicos realmente efectivos para combatirla.
Por esta razón, investigadores del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV) han estudiado si una molécula producida por la microbiota intestinal, llamada succinato, que podría tener que ver en la obesidad.
“Necesitamos comprender mejor por qué se produce esta enfermedad, porque solo así podremos dar con soluciones y diseñar mejores fármacos”, afirma Sonia Fernández, al frente del grupo de investigación Diamet (IISPV), en declaraciones a La Vanguardia.
Desde hace seis años este grupo se encuentra investigando el papel que cumple el succinato cuando pasa a la sangre, pues que puede funcionar como una hormona. “Nuestra hipótesis es que es una señal que actúa en diferentes órganos para regular la homeostasis energética”, señala la investigadora.
Según explica, en personas sanas cuando esta molécula llega al hipotálamo (cerebro) enviaría una señal de saciedad para que dejemos de comer, y una vez ya en el tejido adiposo, regularía la captación de energía, principalmente de glucosa y lípidos, para almacenarlos de forma correcta en el organismo. Sin embargo, está demostrado que cuando hay una enfermedad como la obesidad, está hormona se desregula.
“La insulina tiene efectos muy beneficiosos para la salud. Ahora bien, en los pacientes con obesidad y con diabetes, los niveles de esta hormona se hallan muy incrementados y los órganos no responden bien a ella. Algo similar creemos que ocurre con el succinato”, confirma Fernández.
“Si logramos entender cómo actúa en diferentes tejidos, seremos capaces de hallar dianas terapéuticas y nuevos fármacos para combatir la obesidad”, concluye la investigadora.