Aún con lo duro, triste, atropellado de este año, que dentro de un mes culmina, saco este momento para agradecer al Dios del cielo que estoy viva y en salud.
Estoy escribiendo estas líneas y puedo pensar, ver el mar y disfrutar su hermoso sonido, puedo hacer ejercicios, cantar, componer canciones, escribir poemas y cuentos, gracias a la musa que me visita, se va y vuelve.
Puedo moverme, comer con mis manos, correr, bañarme, limpiar mi hogar, cocinar, leer un excelente libro, nadar, hablar, tragar, hacer mis diligencias, guiar mi auto, pensar, analizar y discernir.
Hay personas que no pueden hacer nada de estas acciones, porque están postrados en una cama con enfermedades, cánceres o simplemente fallecieron.
Son muchos los eventos que nos sacudieron en Puerto Rico, mi segunda patria amada, eventos que desde febrero se tornaron debastadores, tristes, en el trayecto de este 2020.
Sufrimos en borinquen una gran crisis económica productos de todos los abusivos desgobiernos que me ha tocado ver en esta isla.
Gracias a esta tierra por acogernos, tierra de grandes e ilustres, tierra de brillantes personajes, isla de Emeterio Betances, Luis Palé Matos, Rafael Hernández, Julia de Burgos, Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campo, Julia de Burgos, Luis Palé Matos, Roberto Clemente, Mariana Bracetti, Luis Muñoz Rivera, Abelardo Díaz Alfaro, Luis Lloréns Torres, entre otros grandes e históricos hombres y mujeres de Puerto Rico.
A la verdad que mirando la actual situación cualquiera se desamina, pero no, no y no, la vida continúa con sus altas y sus bajas y hay que echar el pleito, al parecer el tren de la vida que llevábamos era al parecer muy agitado.
El coronavirus nos cambió la vida, circunstancias, cotidianidad, metas, finanzas, salud frenándonos de golpe, haciéndonos reflexionar sobre la importancia de mantenernos activos y saludables.
Ayer fue el día de dar gracias, lo hago con mi corazón, porque realmente cuando miro a mi hijo menor con su condición de distrofia muscular y me digo «está vivo, lo tengo conmigo, ya eso es un regalo del creador.
Doy gracias al Dios del cielo por la salud de mi familia, por hacerme una mujer fuerte anta tantas adversidades, doy gracias porque mi hijo Danny está muy estable dentro de su condición, gracias porque el creador cuida los pasos de mi hijo mayor Adolfo.
Agradecida por la salud de mi madre, gracias porque mi enorme familia tanto de madre como de padre están bien todos.
Extraño los abrazos, ese contacto con la gente, pero no se puede, luego nos abrazamos cuando el Covid-19, solo sea una historia para contarla.
Por lo menos, me alegra que las personas ahora sonríen con las miradas que dicen tanto, miradas hablando del dolor y las esperanzas que no hemos perdido.
Hay personas pasándolas muy mal en todo el mundo, personas enfermas, sin techo ni alimentos, con frío y situaciones duras, muy duras y que han perdido familias completas con este letal virus.
Ahora nos toca continuar cuidándonos y protegidos con nuestras mascarillas, distanciamiento social y buena nutrición.
Somos bendecidos por el simple hecho de poder respirar cada mañana, todo este mal momento pasará, que nadie tenga la menor duda y será tiempo de reflexionar si aprendimos una lección del Covid-19 o simplemente tú seguirás, quejándote por simplezas.