Por: José Francisco Peña Guaba
La corrupción administrativa es más vieja que la conformación de la República. Se remonta al descubrimiento y la colonia, cuando hacían pingües negocios los virreyes, gobernadores y otros administradores públicos que actuaban como representantes de la “madre patria” en nuestro suelo insular.
Este tema lo he tratado en dos artículos anteriores, en los que expuse mi visión al respecto, estableciendo que la corrupción es parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo y que, mientras existan las condiciones que la crean, será muy difícil disminuirla. No obstante, tenemos que reconocer el esfuerzo serio que está haciendo el gobierno del Presidente Luis Abinader para lograrlo.
Se dice todos los días en las redes, que los auspiciadores y beneficiados de la corrupción somos los políticos. Entiendo que nosotros tenemos responsabilidad en dicha apreciación, porque hemos permitido que se nos acuse aunque no somos los reales beneficiarios de ella.
En este artículo trataré de ponerle el “cascabel al gato, estableciendo de mayor a menor quiénes o cuáles sectores son los auténticos receptores de los recursos que genera la corrupción cada año, que a criterio de los parámetros que usa Transparencia Internacional, se sitúa entre los 50 mil a 70 mil millones de pesos anuales.
Iniciamos con aclarar que no hay políticos sin partidos o, dicho de otro modo, que son dirigentes no solo los que “dirigen gentes” sino lo que se dedican a ese oficio desde sus respectivas organizaciones políticas.
Creo conocer no menos del 70% de quienes forman parte de la dirección de los 27 partidos reconocidos por la JCE y de los no reconocidos también y les puedo decir con total sinceridad, que salvo honrosas excepciones, la mayoría son personas que no han obtenido beneficios importantes de la corrupción, teniendo casi todos ellos graves problemas económicos y, ni por asomo tienen un patrimonio económico significativo.
Se preguntarán ustedes que, si se afirma que los principales directivos de los partidos no son quienes tienen “el dinero de la corrupción”, entonces ¿quiénes son los que se han enriquecido con ella? Pues bien, en este “Decálogo” hago registro real de quiénes son los beneficiarios directos de la corrupción que arropa a nuestra sociedad-, en orden descendente de importancia. Veamos:
1- Los Empresarios. Son los más beneficiados de la corrupción porque son ellos los mayores suplidores del Estado y, por ende, son los principales corruptores. En adición a eso, son quienes le venden al Estado con extraordinarios márgenes de ganancia y en algunos casos colocan productos de dudosa calidad, y son quienes encarecen las mercancías a niveles estratosféricos. Aunque estoy consciente de que tienen costos generados por impuestos y la duración de los pagos estatales de los bienes y servicios que adquiere, sin embargo, en demasiados casos el aumento es irreal, excediendo a los intereses y cualquier otro factor que pueda considerarse.
2- El segundo grupo de beneficiados son los contratistas de obras del Estado. Conozco ingenieros que nunca han buscado un voto y tienen miles de millones de pesos producto de contratos con el gobierno, gastados en obras que en varios casos que, a poco tiempo de construidas, necesitan reparaciones. Al inmenso costo de obras públicas de todo tipo, se añaden los famosos “adicionales”, adendas que se hacen a dichos contratos, para hacerlos aún más “jugosos”. En esta clase profesional se reconocen de inmediato los aportantes a todos los proyectos políticos, porque en su amplia mayoría no le son fieles a nadie, solo a su patrimonio, y en todos los gobiernos tienen sus tentáculos. Sin duda, solo tres de los más grandes contratistas de obras del Estado tienen más capital público en sus arcas, que el patrimonio que tienen los miembros de las direcciones políticas de 26 de los 27 partidos del país.
3- Los lobbistas son el tercer grupo de los más beneficiados de la corrupción, ¿Quiénes son estos? ¿Qué es lo que hacen? ¿Por qué obtienen tanto recursos?, Estos son los armadores, los relacionistas públicos, los intermediarios, en fin, los que dan la cara frente a los funcionarios y los círculos presidenciales.
Ellos son “los que firman” o “hacen firmar”, los que pasillan en las oficinas públicas, los que entregan “las comisiones” y los que crean la estructura de la corruptela en las instituciones donde operan. Casi siempre son gente bien relacionada, de buenas familias, muchas de las cuales tienen apellidos sonoros mas no tienen grandes fortunas. Estos son socios de los empresarios, contratistas o suplidores ocasionales; casi nunca son dueños ni del contrato ni de la mercancía a suplir, pero son los que arman todo el tinglado corrupto, quienes lo posibilitan. Está demás decir que son “corchos”, amigos “de todo el mundo”, que hacen aportes modestos a los políticos, pero que no le buscan un voto a nadie porque, al final, ellos mismos dicen: “yo no soy político”.
4- El cuarto grupo de beneficiados son los técnicos y profesionales especializados, varios de ellos vinculados a la “sociedad civil”. Son los que asesoran, coordinan y preparan los proyectos, los que hacen los documentos justificativos, para hacer los contratos y las adendas y los que buscan las fórmulas para evadir los rígidos procedimientos de compras y contracciones del Estado. Sin estos resultaría imposible que los empresarios, contratistas y “lobistas” puedan gestionar sus abultados negocios, pero además, estos son los que buscan cómo pagar las menores tasas impositivas posibles y quienes saben cómo y dónde “guardar” los recursos obtenidos.
5- Familiares, amigos y compadres están en el quinto lugar de la pirámide de los grandes beneficiados de la corrupción. Estos son los que se aprovechan de los niveles de confianza y cercanía con los dirigentes políticos o funcionarios, saliendo “forrados” de dinero público al utilizar el nombre de los incumbentes para realizar todo tipo de operaciones “comerciales”.
Por lo general, hasta por desconocimiento, desplazan del entorno del incumbente a quienes son reales dirigentes políticos, a quienes se fajaron para llevarlos a la posición. Se preguntarán si realmente esto puede pasar. Pues miren que sí, no solamente puede pasar sino que en la mayoría de los casos de corrupción pública, los individuos más cercanos al incumbente, abusando de la confianza de su familiar o amigo, arman verdaderas estructuras mafiosas, aprovechándose del silencio cómplice de funcionarios y empleados de medio y bajo nivel que no se atreven a informar y ni siquiera a preguntar a sus jefes sobre lo que ocurre. Casi siempre estos “cogen lo que les toca” y lo hacen con tranquilidad, a sabiendas de que si se destapa un escándalo eso sería un problema solo de los jefes y sus más cercanos colaboradores.
Aunque muchos no me crean, y solo a título de ejemplo sin que con ello justifique a nadie, estoy casi seguro de que la dimensión de los negocios de familiares y cercanos del expresidente Danilo Medina él ni se la imaginaba. Así son las cosas de este país, en el que la corrupción tiene su código de complicidad y silencio.
6- En este grupo están las amantes o novias de los funcionarios, que suelen meterle terror a todo el entorno de los funcionarios, porque nadie quiere chocar “con la que se acuesta el jefe”. Todos miran para otro lado y esas se llevan un gran pedazo del pastel de la corrupción. Está demás decir que esas ni son, ni les interesa la política, a lo sumo votarán por el partido del amante de turno.
7- Los funcionarios medios con cargos del área financiera, administrativa, compras y legal. Casi siempre se trata de personas colocadas en esos puestos por capacidad, pero también por la confianza que el incumbente tiene en ellos. En prácticamente ningún caso son colocados allí por méritos políticos. Pero, son ellos “los ejecutores” de la corrupción, de donde resulta que terminan siendo los beneficiarios de cualquier estructura de corrupción que opere en sus instituciones. Este tipo de personas a lo sumo se identifican con sus jefes, mas no tienen ni necesitan fidelidad partidaria, y en la mayoría de los casos acumulan tanta experiencia, que terminan sirviendo a cualquier gobierno.
8- Los comunicadores y parte del sector prensa. Lo dicho por la Iglesia Católica en el tradicional sermón de las 7 palabras es una verdad difícilmente refutable. En este sector hay mucha gente muy seria, correcta y que comunica con veracidad y objetividad. No obstante, algunos se dedican a presionar con develar informaciones reservadas de los funcionarios, no solamente errores o malas prácticas sino cualquier asunto que “parezca” o “se preste” a interpretaciones sesgadas que afecten su credibilidad, y todo ello con el fin de recibir aportes o jugosos contratos de publicidad.
9- Los banqueros y financistas nacionales o extranjeros que colocan el dinero producto del entramado corruptor y se benefician de estos, porque reciben beneficios manejando esas carteras económicas, sea porque cobren comisiones o parte de intereses de las sumas invertidas cuando éstas se colocan en calidad de “préstamos a terceros”.
10- Colocamos a la dirigencia política en el último nivel de la corrupción porque, en términos reales, es la menos beneficiada, porque es la que tiene que utilizar lo que consigue para pagar costosísimas campañas, cubrir los compromisos institucionales que se les asignan; son quienes tienen que socorrer a los miembros de sus partidos, que diariamente les caen atrás creyendo que tienen todo el dinero del Estado a su disposición. Además, son los que pagan para los gastos fijos de sus organizaciones. Por eso son los menos beneficiados en términos personales de la estructura de la corrupción. Claro está, hay sus excepciones, individuos a quienes el rumor público asigna fortunas inmensas, cosas que ni niego ni confirmo, sobre todo porque conozco muchísima gente de la que se dice que tienen muchísimo dinero, pero resulta que lo que tienen son muchísimas deudas.
Seamos sinceros, los grandes culpables de que se acuse y señale como los grandes corruptos del país a los dirigentes políticos, somos nosotros mismos, porque hemos sido muy permisivos con los miembros de toda la estructura beneficiaria de la corrupción, y porque no nos defendemos de las acusaciones que diariamente se nos hacen. Ese silencio nos hace culpables ante la población, y por eso existe tanto rechazo a los políticos de profesión y hacia las organizaciones políticas.
Es por eso que la mayoría de la ciudadanía está en contra de la contribución del Estado a los partidos políticos, y miren que digo bien, es un aporte porque está más que claro que, con apenas un 20% de lo asignado que es lo que se le va a entregar al 90% de las organizaciones (25 de 27 partidos), con eso no se financia ni la campaña de un senador.
Desde el Fopppredom hemos insistido en que si no le aclaramos al país cuáles son los grandes y reales beneficiados de la corrupción, cada día más habrá desconfianza e incredulidad en la clase política.
Si a esto le sumamos el ataque inmisericorde de las cabezas pensantes de la sociedad civil a los partidos políticos, que lo hacen porque necesitan desviar la atención del pueblo sobre los reales culpables de la corrupción, dado que allí se encuentran muchos de sus patrocinadores y financiadores, y también porque quieren desplazar a los partidos para monopolizar los cargos y beneficios del poder, sin mérito ni compromiso electoral alguno. Estamos ante una realidad evidente, en la que un día la gente, hastiada, buscará un Bukele o un Chávez que al margen de los partidos, entienda que pueda acabar con la corrupción y la inequidad social existente en la República Dominicana. Claro, también es posible que el pueblo busque un “coronel que se case con la gloria”, el “predestinado” a cambiar el estado actual de cosas y, con ello, la población termine por dar la espalda, definitivamente, a todos los partidos políticos.
A los partidos políticos y a su dirigencia nos toca decir la verdad acerca de quiénes son los reales beneficiarios de la corrupción, sin negar la cuota de responsabilidad que nos corresponda. De no hacerlo seguiremos en los peores niveles de estimación pública, como hasta ahora, de nuestro mutismo continuarán beneficiándose y disfrutando sus vidas de príncipes los ciudadanos hasta ahora anónimos que son, sin embargo, los verdaderos dueños de las inmensas fortunas que ha creado la gran corrupción dominicana.