Por: Néstor Estévez
Mucho se discute sobre la confiabilidad, la efectividad y otros muchos temas relacionados con la vacuna para prevenir covid-19.
No es la primera vez que ocurre. En términos generales, con todo y el bienestar que se espera generen los adelantos científicos, aunque también tengan su cuota negativa, las reacciones de las personas suelen ser muy diversas.
Para muestra, revisemos tres de las principales pandemias que ha vivido la humanidad: peste negra, la mal llamada gripe española y covid-19.
Entre 1346 y 1347 estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa. Aunque enfermedades como disentería, gripe, sarampión y lepra azotaban frecuentemente a la población, ninguna era tan temida como la peste negra o bubónica.
De esta última se decía que había tenido su origen en el “País de la Oscuridad”. Circulaban todo tipo de especulaciones. Decían que era producida por el aire contaminado con materia orgánica en descomposición, y que se transmitía a través de la respiración o por contacto con la piel.
Otros decían que la peste tenía origen astrológico, que era un asunto de eclipses o cometas. También referían que era producto de erupciones volcánicas. Y no faltó quien dijera que era resultado de la cólera divina por los pecados de la humanidad.
Hubo que esperar 500 años para que los bacteriólogos Kitasato (japonés) y Yersin (suizo) descubrieran que aquella peste era producida por la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas y a otros roedores y se transmitía a través de los parásitos que vivían en esos animales, en especial las pulgas, las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura.
Otra pandemia de triste recordación es la mal llamada gripe española. Corría marzo de 1918. En Europa se libraba la Primera Guerra Mundial. Mucha gente fue sintiendo debilidad, problemas estomacales, dificultades para respirar, fiebre y otros malestares. Una enfermedad de la que no se hablaba terminó matando a más personas que la propia guerra.
Aunque aparecieron muchos casos en México, Rusia, Irán, Nueva Zelanda, Argelia, las Islas Fiji y Gambia, sencillamente, la posición de neutralidad asumida por España durante esa conflagración permitió que la información sobre la pandemia circulara con libertad. Eso provocó que lo descubierto en un hospital de Estados Unidos se mantuviera como “secreto de guerra”, tanto en ese país como en los demás envueltos en el conflicto, sin importar la cantidad de muertes que iba provocando.
Ya se pudo saber que no inició en España, pero todavía está pendiente conocer algunas circunstancias de aquella pandemia. Ni siquiera la cantidad de muertes provocadas por la misma se ha logrado saber con precisión. Las cifras van desde los veinte hasta los cien millones de seres humanos.
Cien años después, cerrando el 2019, el mundo comenzó a ser arropado por casos de SARS-CoV-2 (el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave), que el común de las personas conoce como “covid-19” (nombre de la enfermedad que produce).
Desde un presidente tuitero, llamándole “virus chino”, hasta toda clase de “explicaciones” y “recomendaciones” se han vuelto “pan de cada día”, en un tiempo en el que la pandemia mata y la “infodemia” potencializa por mucho ese efecto letal.
Por eso tenemos a gente desinformada, “informando”, a gente dando remedios mientras investigadores de la medicina admiten desconocer las características del virus y sus mutaciones, así como sus reales efectos, entre otros temas complejos.
No ha faltado quien alegue desde motivos religiosos hasta “inventos” tecnológicos para sembrar desconfianza y miedo ante la vacuna para contrarrestar una pandemia que ya ha costado la vida a casi cuatro millones de seres humanos.
¿Qué ha pasado con la información en estas tres pandemias? Como se puede apreciar, durante la peste negra reinó el desconocimiento y la desinformación. Durante la pandemia de 1918, la información fue secuestrada por razones bélicas. Y covid-19 nos ha llegado en una etapa de hiperinformación, en la que se ha vuelto imperativo gestionar los mensajes para evitar el trastorno que provoca tanto caos.
Mientras se siga haciendo caso a cualquiera que diga, aunque no sepa, mientras se abra paso al rumor y nos dediquemos a repetir, y mientras se prefiera creer a indagar seguirán aumentando las posibilidades de repetir lo que ocurrió con la peste negra: esperar 500 años para entender.
Hasta el momento contamos con varias versiones de vacunas anticovid. Es tarea de la ciencia mejorarlas. Pero una vacuna contra la infodemia, para aprender a gestionar los mensajes, se ha vuelto tan urgente como la mejor vacuna anticovid.